Te haré
entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis
ojos. Salmo 32:8
El día en que mi hija menor volaba de Múnich a
Barcelona, abrí mi página favorita de seguimiento de vuelos para ver por dónde
iba. Después de ingresar el número de vuelo, la pantalla de mi ordenador mostró
que su avión había cruzado Austria y bordeaba la parte norte de Italia. De allí,
sobrevolaría el Mediterráneo, al sur de la costa francesa, en dirección a
España, y llegaría puntualmente. ¡Solo faltaba que me dijeran qué estaban
sirviendo para comer las azafatas!
¿Por qué me interesaba dónde y cómo estaba mi hija?
Porque la amo. Me importa quién es, qué hace y hacia dónde se proyecta su
vida.
En el Salmo 32, David celebra la maravilla del
perdón, la guía y el interés de Dios para nosotros. A diferencia de un padre
humano, el Señor conoce cada detalle de nuestra vida y las necesidades más
profundas de nuestro ser. Nos promete: «Te haré entender, y te enseñaré el
camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos».
Independientemente de cuáles sean las circunstancias
hoy, podemos descansar tranquilos en la presencia y el cuidado de Dios porque
«al que espera en el Señor, le rodea la misericordia» (verso 10).
Querido
Señor, gracias porque, en tu amor, me cuidas y me guías cada día por tus
caminos.
Nunca estamos fuera de la mirada y el cuidado amoroso de Dios.
Nunca estamos fuera de la mirada y el cuidado amoroso de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario