viernes, 27 de enero de 2017

Una mano tendida

Si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Romanos 5:10
A menudo tenemos no tenemos más remedio que enfrentarnos a situaciones hostiles y conflictivas, y nuestra torpeza, o la de nuestro prójimo, puede ser la causa. En ocasiones somos voluntariamente agresivos por ser víctimas de violencia o calumnias. 
En situaciones así, el perdón parece algo inconcebible, pero el resentimiento siempre produce ira y nos carcome.
¿Cómo vivir sabiendo que ya nada será como antes, que algo fundamental se echó a perder? ¿Cómo restablecer las relaciones rotas?
Tal vez usted se siente atormentado por situaciones similares. Pues bien, hagamos caso al mensaje cristiano de la reconciliación; éste concede un nuevo punto de partida, una nueva perspectiva de vida.
La venida de Jesús a la tierra fue la mano de Dios tendida a los hombres, una mano de reconciliación. Dios no era nuestro enemigo; éramos nosotros quienes estábamos llenos de malos pensamientos respecto a Él. La muerte de Jesús es la base de esta reconciliación. Él llevó nuestros pecados, y ahora, nosotros los creyentes, hemos cambiado nuestra actitud hacia Dios. Comprendemos que Él nos ama, y por ello nuestra actitud hacia los demás también puede y debe cambiar. Podemos perdonar porque fuimos perdonados; podemos tender la mano de la reconciliación porque Dios nos reconcilió con Él. Amamos porque Dios, nuestro Padre, nos ama.
Este camino de la reconciliación, así como el de pedir perdón, no es nada fácil. Pero Dios quiere darnos la fuerza y el deseo de hacerlo.

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