«Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Juan 8: 32
Las escrituras no deben leerse en base a la opacidad de la tradición o la especulación humana. Usar la especulación o la imaginación humana para explicar las Escrituras es como tratar de alumbrar el sol con una antorcha. La santa Palabra de Dios no necesita de la débil luz de la antorcha terrenal para que su gloria sea visible. Tiene luz propia: la gloria de Dios revelada; y en ella cualquier otra luz es opaca y débil.
Para comprender la Palabra hemos de realizar un estudio exhaustivo y diligente. Las percepciones nítidas de la verdad no serán nunca consecuencia de la negligencia, y claro está que ninguna bendición terrenal puede obtenerse sin un esfuerzo ferviente, paciente y perseverante de ella. Quienes quieran tener éxito en los negocios deben tener la voluntad de obrar para ello, y la fe para esperar los resultados. Y, por supuesto, no podemos esperar obtener un conocimiento espiritual sin un estudio diligente. Aquellos que desean encontrar los tesoros de la verdad deben cavar en busca de ellos, como el minero cava para hallar el tesoro escondido en la tierra.
Ningún estudio frío e indiferente será provechoso. Tanto jóvenes como adultos han de estudiar, no solo leer superficialmente, la Palabra de Dios, con fervor y consagración, orando e investigando para hallar la verdad como un tesoro escondido. Quienes hagan esto serán recompensados, pues Cristo aumentará su inteligencia.
Nuestra salvación depende de nuestro conocimiento de la verdad contenida en las Escrituras. Es voluntad de Dios que nosotros poseamos dicho conocimiento. Investiguen, sí, investiguen la preciosa Biblia con corazones hambrientos. Exploren la Palabra de Dios como el minero explora la tierra para encontrar las vetas de oro. Nunca abandonen el estudio hasta que les haya dado la seguridad de su relación con Dios y de su voluntad con respecto a ustedes. Cristo declara: «Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré» (Juan 14:13-14).Para comprender la Palabra hemos de realizar un estudio exhaustivo y diligente. Las percepciones nítidas de la verdad no serán nunca consecuencia de la negligencia, y claro está que ninguna bendición terrenal puede obtenerse sin un esfuerzo ferviente, paciente y perseverante de ella. Quienes quieran tener éxito en los negocios deben tener la voluntad de obrar para ello, y la fe para esperar los resultados. Y, por supuesto, no podemos esperar obtener un conocimiento espiritual sin un estudio diligente. Aquellos que desean encontrar los tesoros de la verdad deben cavar en busca de ellos, como el minero cava para hallar el tesoro escondido en la tierra.
Ningún estudio frío e indiferente será provechoso. Tanto jóvenes como adultos han de estudiar, no solo leer superficialmente, la Palabra de Dios, con fervor y consagración, orando e investigando para hallar la verdad como un tesoro escondido. Quienes hagan esto serán recompensados, pues Cristo aumentará su inteligencia.
Algunos, muy talentosos y piadosos, alcanzan a ver apariencias de las realidades eternas, pero a menudo no las comprenden porque lo visible eclipsa la gloria de lo invisible. Quien quiera hallar el tesoro escondido debe buscarlo más arriba de este mundo. Sus emociones y todas sus aptitudes deben dedicarse a la investigación.
No hemos de adaptar la Biblia para satisfacer nuestros gustos o justificar nuestros prejuicios. Solo aquellos que buscan humildemente un conocimiento de la verdad para obedecerla, podrán comprender la Palabra de Dios.
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