Mas el
Señor Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? (Génesis 3:9).
A mi hijo le encanta escucharme hablar, excepto
cuando lo llamo con firmeza y en voz alta, y pregunto: «¿Dónde estás?». En estos
casos, por lo general, lo estoy llamando porque se metió en algún lío y está
tratando de esconderse. En realidad, mi intención es que mi hijo escuche mi voz
porque me preocupo por su bienestar y no quiero que se haga daño.
Adán y Eva estaban acostumbrados a escuchar la voz
de Dios en el huerto del Edén. Sin embargo, después de desobedecerlo al comer del
fruto prohibido, se escondieron; pero oyeron que Él llamaba: «¿Dónde estás tú?»
(Génesis 3:9). No querían enfrentarse a Dios porque sabían que habían hecho algo
malo; algo que Él les había dicho que no hicieran.
Cuando Dios llamó a Adán y Eva, y los encontró en el
huerto, sin duda, sus palabras incluían una disciplina y sus consecuencias (versos 13-19). No obstante, Él también les mostró su bondad y dio esperanza a la
humanidad al prometerles un Salvador.
Dios no necesita buscarnos, ya que sabe dónde
estamos y qué intentamos hacer. Pero como un Padre amoroso, quiere hablarnos al
corazón y brindarnos perdón y restauración. El Señor anhela que oigamos su voz…
y que escuchemos.
Señor,
gracias por tu amor y tu cuidado, y por enviar a tu Hijo Jesús a morir en la
cruz por mis pecados, y ofrecerme salvación y vida eterna.
Cuando Dios llama, debemos contestar.
Cuando Dios llama, debemos contestar.
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