domingo, 8 de enero de 2017

El rescate de Lucas

“Tú, Jehová, conservas al hombre y al animal. ¡Cuán preciosa, Dios, es tu misericordia! ¡Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas!” (Salmos 36:6,7).

El gatito blanco de ojos azules y una mancha gris en la cabeza estaba sentado a la puerta de la iglesia. La expresión de confusión de su rostro indicaba que alguien lo había abandonado allí a pesar del aguacero. Lo vimos cuando llegamos para ensayar con el coro; nos acercamos a él y lo acariciamos.
Después del ensayo, discutimos qué hacer. Él ronroneó cuando le dimos agua, leche y pan. “¿Y ahora qué?” Yo no podía llevármelo, porque mis tres gatos no iban a darle la bienvenida. Nadie podía llevárselo. Así que, con tristeza en el corazón, nos despedimos de él.
Resultado de imagen de el rescate de diosUna vez en casa, hice algunas llamadas telefónicas y puse un anuncio en dos periódicos locales. Mi amiga Peggy sugirió que llamara a Lorraine, una amiga en común que ya no participaba en el coro. Lorraine me prometió: “Si nadie muestra interés de aquí al domingo, me lo llevo hasta que pueda encontrarle un hogar”. Oré para que el gatito estuviera aún allí cuando Lorraine fuera a la iglesia. Y así fue. Cuando Lorraine lo vio, le puso por nombre Lucas y se lo llevó a su casa.
El empleado del periódico que había publicado mi anuncio, era reacio a añadir el nombre de Lucas al mismo, cuando me llamó para renovarlo.
-Si ya tiene un nombre, entonces es una mascota, me dijo.
-Pero lo han abandonado, le expliqué. Y ese es el nombre que le ha puesto la persona que lo tiene ahora. Ella les pone nombre a todos los animales que cuida. Pero puede quitar el nombre, si usted cree que debe hacerlo.
-No, voy a añadirlo, accedió finalmente.
Había pasado un mes desde que Lorraine se había hecho cargo de Lucas, cuando una amable pareja leyó el anuncio y decidió adoptar a nuestro gatito. Lo recogieron y le dieron un hogar permanente.
Cuando Lucas estaba perdido, no sabía qué hacer. Nosotros, tampoco. A veces, en la vida, nos sentimos perdidas, con miedo a un futuro incierto. Pero Dios, que se preocupa incluso por los miembros más pequeños de su creación (Mateo 10:29-31), también lo hace por nosotros. Lo único que tenemos que hacer es hablar y confiar en Él, de la misma manera como el dulce y suave Lucas puso su confianza en nosotros.

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