lunes, 9 de enero de 2017

¡Tómalo como un buen consejo!

Una mañana un padre perdió los estribos en una situación irritante sucedida en la vid. Derramó su frustración y enojo en su hijo, que parecía ser el blanco más cercano.
En el transcurso del día, mientras él y su hijo estaban pescando, comenzó a sentirse culpable por lo que había dicho y hecho. Y le dijo así:
-Hijo, esta mañana estuve un poco impaciente y nervioso.
-¡Ajá!, murmuró el hijo, recogiendo la línea en su riel para luego volver a arrojarla.
El padre continuó:
-¡Umm!… reconozco que debió ser difícil estar cerca de mí.
-¡Ajá!, fue todo lo que el hijo murmuró de nuevo.
-Quiero… quiero que sepas que… me siento mal por lo ocurrido, prosiguió el padre.
Luego, agregó con rapidez para justificarse.
-Pero ya sabes, hijo, hay momentos en los que soy así.
-¡Ajá!, dijo el niño otra vez.
Pasaron unos segundos hasta que el niño le dijo a su padre:
-¿Sabes, papá? Dios te usa a ti para que nos enseñes a todos en la familia, lo que es tener paciencia.
Nuestras familias tienen una manera de dar en el clavo con su sinceridad, pero en lugar de sentirnos atormentados, tomemos lo que digan como un buen consejo. ¡Nadie más que su familia puede ayudarlo a crecer en la naturaleza de Jesucristo!
A menos que un padre acepte sus culpas, se dudará de sus virtudes.
Efesios 1:6
... para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.

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