Las palabras serenas del sabio son mejores que el clamor del señor entre los necios. Eclesiastés 9:17
Hace poco, el esposo de mi sobrina escribió en una
red social: «Diría muchas cosas más por la web si no fuera por esa vocecita que
me incita a no hacerlo. Como seguidor de Cristo, uno podría pensar que esa voz
es el Espíritu Santo. Pero no, no es así. Es mi esposa».La sonrisa que esto genera viene acompañada de una sobria reflexión: las advertencias de un amigo pueden reflejar la sabiduría divina. Eclesiastés 9 afirma que «es mejor escuchar las suaves palabras del sabio» (v. 17 rvc).
Las Escrituras nos exhortan a no creer ser sabios en
nuestra propia opinión, ni soberbios (Proverbios 3:7; Isaías 5:21; Romanos
12:16). En otras palabras, no debemos creer que tenemos todas las respuestas. Proverbios 19:20 aconseja: «Escucha el consejo, y recibe la corrección, para que
seas sabio en tu vejez». Ya sea que se trate de un amigo, el cónyuge, un pastor
o un compañero de trabajo, Dios puede usar a otros para enseñarnos más de su
sabiduría.
«En el corazón del prudente reposa la sabiduría»,
declara también Proverbios (14:33). Una manera de incorporar a nuestro ego las verdades del
Espíritu es descubrir cómo escuchar a los demás y aprender de ellos.
Señor,
gracias por tu Palabra que me enseña a amarte a ti y a los demás, y por las
personas que has colocado en mi vida que me recuerdan tus verdades.
La sabiduría
verdadera empieza y termina en Dios.
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