miércoles, 2 de noviembre de 2016

Escuchar a Dios

 Vino Jehová, se paró y llamó como las otras veces:
—¡Samuel, Samuel!
Entonces Samuel dijo:
—Habla, que tu siervo escucha. 1 Samuel 3;10
Sentía como que estaba bajo el agua, con los sonidos apagados por un resfriado y alergias. Durante semanas luché para poder oír bien, y mientras, mi estado hizo que comprendiera cuán importante es la audición.
El joven Samuel, estando en el templo, puede que se preguntara qué era lo que oía, mientras luchaba para despertarse tras escuchar su nombre (1 Samuel 3:4). Se presentó tres veces ante Elí, el sumo sacerdote, el cual, en la tercera oportunidad, se dio cuenta de que era el Señor quien lo llamaba. En aquel entonces, era raro que el Señor hablara (verso 1), además, el pueblo no estaba en sintonía con la voz de Dios. Aun así, Elí le indicó a Samuel cómo contestar (verso 9).
El Señor habla mucho más ahora que en la época de Samuel. Hebreos nos dice: «Dios, habiendo hablado muchas veces y en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo» (1:1-2). En Hechos 2, leemos de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés (versos 1-4), quien nos guía en lo que Cristo enseñó (Juan 16:13). Pero necesitamos aprender a escuchar su voz y a obedecer. Como con mi resfriado, quizá escuchemos como si estuviésemos bajo el agua. Por eso, debemos corroborar con la Biblia y con otros creyentes maduros sobre la guía de Dios. Al Señor le encanta hablarnos.

Señor, abre mis ojos para verte; mis oídos para escucharte y mi boca para alabarte.
El Señor les habla a sus hijos, pero necesitamos discernir su voz.

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