Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6-7
En el momento en que un creyente no adinerado iba a pagar en la caja de un supermercado, se le ofreció un "tiquet ganador". Él miró a la cajera y le dijo amablemente: "No, gracias. El Señor Jesús me da todo lo que necesito". La cajera quedó sorprendida con esta respuesta, y después de haber hablado un momento con ella, el hombre le dio un evangelio.
Los que reconocen a Dios como su Padre saben perfectamente que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28); depositan su confianza en Aquel que conoce sus necesidades, y no cuentan para nada con el azar para ganar algo. ¿Somos tentados por ganancias fáciles? Un cristiano que encomienda las circunstancias de su vida en las manos del Señor, no puede dejarse llevar por especulaciones.
Sí, podemos hallarnos en una situación de penuria. En este caso dirijámonos directamente a nuestro Padre. No contemos con las loterías, las rifas, los juegos de cartas, de dados, de la ruleta o de otros juegos de azar para satisfacer nuestras necesidades. Dios es soberano, fiel y sabio, y dirige todo lo que tiene que ver con la vida de los que depositan su confianza en Él, pues es el Dios de amor. Jesús nos lo recuerda: “Aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis” (Lucas 12:7).
“Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Salmo 37:25). ¡Gran promesa!
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