Siempre debe haber ciertos límites en cualquier relación, y la relación matrimonial no iba a ser menos, porque son los que la van a proteger del deterioro.
Estos límites los ha establecido quien diseñó y creó el Matrimonio.
Estos límites los ha establecido quien diseñó y creó el Matrimonio.
Entre ellos están:
El Respeto. Este es el primer y más importante límite en toda relación humana y especialmente en el Matrimonio; porque si se pierde este límite, la relación puede caer en una onda destructiva. Las faltas de respeto destruyen la confianza y borran las cosas buenas que se hayan hecho. Es normal que haya diferencias de criterio a la hora de tomar decisiones, pero estas diferencias deben manejarlas con respeto, considerando también las opiniones del otro como válidas e importantes, igual que las suyas. De este modo exponen sus argumentos, oran pidiéndole sabiduría a Dios y tratan de ceder y ponerse de acuerdo. Si aun así no logran ponerse de acuerdo, busquen alguna ayuda espiritual que les ayude a discernir la situación, pero nunca traten de imponer su criterio ni de exigir al otro. Eso es una falta de respeto.
La Consideración. Este es otro límite importante que deben tener todos los matrimonios. Se trata de ver conscientemente el trabajo de cada uno y considerar el esfuerzo que hace el otro. Deben considerarse mutuamente, y estar siempre dispuestos a equilibrar las cargas de trabajo y de la casa. Valorar el trabajo de cada cual.
La Fidelidad. Este límite es vital para la estabilidad emocional del Matrimonio. Ambos deben afirmarse constantemente, dándose palabras de afirmación como "hasta que la muerte nos separe". Es muy importante para lograr hacerle sentir seguro a su cónyuge en este área, que ambos sientan la libertad de expresar sus sentimientos, sus ideas, sus sueños y anhelos sin que el otro le invalide ni le imponga su propio criterio. La libertad de expresión en el Matrimonio afirma y fortalece la Fidelidad.
El Orden de Prioridades. Vivir una vida de obediencia a la palabra de Dios y tener una relación personal con el Señor debe ser la prioridad número 1; luego la atención al cónyuge, después los hijos, después el trabajo, luego los familiares y luego la Iglesia. Este es el orden de prioridades que le da a la familia el marco de estabilidad emocional que los cónyuges necesitan para poder manejar bien las relaciones.
La Honestidad. Este límite incluye decir siempre la verdad, honesta y con transparencia. La mentira, por pequeña que sea, siempre va a producir problemas en algún momento de la vida. El engaño y la deshonestidad siempre van a traer malas consecuencias tarde o temprano. Ambos cónyuges deben ponerse el límite de la honestidad y decir la verdad siempre, abriendo el corazón y expresando sentimientos y emociones, y orando juntos el uno por el otro.
Si alguno de los cónyuges ha fallado en estos límites, no lo juzgue ni lo condene. La mejor manera de ayudar a un cónyuge que está fallando en alguna de estas áreas no es criticándolo ni regañándolo. Es hablando al respecto con paz y sabiduría, y tomando la decisión de hacer las cosas bien, a la manera de Dios.
Tomen la decisión de perdonarse por haber fallado en alguno o varios de esos límites, y decidan hacer el esfuerzo de no volver a pasarlos y apoyarse, perdonarse y levantarse cuando alguno falle ocasionalmente.
Tu matrimonio y tu familia es el tesoro más valioso que Dios te ha dado. ¡CUÍDALO!
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