jueves, 27 de octubre de 2016

El ángel que no quería ser humano

Dos ángeles observaban el comportamiento de los humanos. Veían que uno de los mortales entraba a una cantina vaciando sus bolsillos, y contando unas monedas y billetes, y se abría paso entre los que estaban allí dentro.
Unos estaban en la barra contando cuentos y mentiras, otros contaban las interioridades de sus hogares, otros las decepciones de sus trabajos, y otros estaban caídos y orinados en sus pantalones. El que entraba, que iba sobrio, se colocaba en el mostrador y saludaba a todos los allí presentes que se conocían entre ellos. Todos estaban allí para desahogar sus penas.
En ese momento entraba un niño de unos 9 años a la misma cantina, como buscando algo en medio de tantos embriagados. El dueño de aquel lugar estaba con su gran bigote y su cigarro barato en la boca.
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Éste observó al niño y le dijo: ¡hey! muchacho ¿qué andas buscando? ¿Se te perdió algo? ¿Quieres una cerveza? Te pareces a tu abuelo, que camina solo borracho. El niño le preguntó: ¿ha venido mi papá hoy por aquí? Es que él me dijo que lo buscara porque me daría para comprar unos cuadernos para la escuela.
Los ángeles estaban asombrados viendo aquel cuadro, y uno de ellos dijo: ser un mortal es ser descuidado con lo valioso que les fue entregado, no saben lo que significa realmente la vida, pero al perderla se darán cuenta que no era buen negocio haberla desperdiciado. Ellos malgastan su corto tiempo aquí en esta mísera tierra, se embriagan del placer y de las bebidas, de las drogas y dejan a sus criaturas sin pan ni futuro cometiendo el más vil de los actos, perjudicar a un pequeño; esto es algo que les trae duras y grandes consecuencias.
El otro ángel, que escuchaba dijo: sí, por eso hay un tiempo establecido para ellos, no pueden saber cuándo será su muerte. Siempre hacen las cosas sin pensar que morirán un día. Mira este cantinero, cuántas vidas está dañando y él ni siquiera pone atención a lo que hace. Decenas de personas están siendo maldecidos por ellos, y lo único que obtienen a cambio es dinero, un dinero mal hallado, un dinero del que se arrepentirán un día haber vivido de él. En fin, algo que no tiene sentido, porque si el dinero es el aliciente de alguien, éste no tiene amigos.
El último mortal en entrar a la cantina estaba ahora con una botella de aguardiente, se servía él mismo los tragos y repartía a otros.
Los demás que ya estaban sin un céntimo en sus bolsillos y estaban a merced de alguien que los invitara. No se acordaban de los problemas de sus casas, ahogaban momentáneamente sus penas y dolores, para después volverlos a vivir pero con más intensidad.
El cantinero se disponía a salir para su residencia, muy lujosa, y los ángeles lo siguieron para ver cómo vivía con su familia. Éstos no podían entender cómo aquel cantinero tenía tanta abundancia, lujos, y además sus hijos iban bien vestidos pero, eso sí, con valores muy bajos. En su hogar, las llamadas a gritos y voces se dejaban escuchar, había peleas a diario. Sí, sus cuentas bancarias estaban llenas a coste de que sus clientes fueran embriagados y sus hogares llenos de dolor.
Los dos ángeles se quedaron viendo sus caras, y uno de ellos dijo: aquí es donde cabe el verso del salmo de David que dice: “…Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican…” en Salmo 127:1a. Es triste ver este tipo de cuadros por todos lados, dijo el otro ángel, pues de nada le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma, como dijo el Señor en Mateo 16:26.
Muchos ya vendieron su alma al diablo desde que están aquí en sus funciones, y difícilmente dejarán de hacer lo que hacen a menos que se rindan ante el todopoderoso Dios. Su dinero está podrido, y esto va para todos aquellos que viven del mal, que aplastan a otros para vivir ellos, aunque lo más duro es ver a aquellos que vendieron su vida al diablo, y ahora serán esclavos eternos de él por la eternidad.
Uno de los ángeles dijo: ¿sabes? Debemos ir a alertar a los pocos que tienen su corazón abierto para buscar el rostro de Dios. Por eso no quisiera ser humano, pues su corazón se corrompe a diario sin la dirección divina.
El otro ángel le dijo: un momento, espera. Se te olvida que ésa no es nuestra función, somos solo guardianes de los humanos ya apartados, pero ese trabajo les corresponde a aquellos humanos que realmente creen que Jesús es el Señor y Salvador de sus vidas, y a Él deben proclamarlo de día y de noche, no solo con su boca sino con sus hechos en espíritu y en verdad.

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