jueves, 27 de octubre de 2016

Recibiendo la vista

Tú dices: Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad. Pero no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez. Y unge tus ojos con colirio para que veas. Apocalipsis 3:17-18
De forma interesante, la Biblia nos deja ver unas claves que podemos aplicar a nuestra vida para saber si en realidad estamos viendo.
Resultado de imagen de Recibiendo la vista espiritualPor ejemplo: la Biblia dice: bienaventurado aquel que sin ver ha creído; y esto se vuelve un círculo virtuoso porque al creer estamos viendo y creyendo a la vez.
Hay varias claves que Dios usa para activar nuestra vista:
Los profetas es unos de los ministerios que nos bendicen de esta forma, porque ellos nos hablan y lo que nosotros hacemos es creer sin ver.
La santidad. Está escrito que sin santidad nadie verá al Señor; entonces la clave para ver al Señor Jesucristo es la santidad (Hebreos 12:14).
Clamar es otro punto a resaltar. Para ver, debemos clamar a Dios como lo hizo Bartimeo en Marcos 10:46-51. Bartimeo clamó a Jesús para alcanzar su milagro de la vista, y empezó a gritar, y gritar con voz alta porque estaba necesitado de ver; Jesús lo manda a llamar y le pregunta: qué quieres que haga por ti. Bartimeo fue específico, fue directo a lo que él necesitaba, la vista.
La doctrina apostólica abre los ojos a los ciegos espirituales. Jesús mandó al ciego a lavar sus ojos al estanque de Siloé, el estanque apostólico donde se lavó el lodo (Juan 9:1-7).
La oración profética. El siervo de Eliseo está protestando porque sus adversarios estaban alrededor queriéndolos matar, y va con el profeta para advertirle; pero el profeta le dice que se arrodille para orar, y entonces sus ojos son abiertos (2 Reyes 6:15-17).
Hay muchas otras cosas que proveen luz para los ojos como: la leche, el vino, y la miel pero la mejor cura para que podamos ver se llama Jesús.
En los versículos de Juan anteriores, aprendemos sobre cómo Jesús le dio vista al ciego; él mismo no se encuentra en otros evangelios y Juan no los narra con lujo y detalles lo que ese día sucedió.
¿Pero cuántos ciegos habrá en la actualidad? No se trata de la ceguera de los ojos sino del corazón, de nuestro sentir hacia la palabra de Dios; ciegos por falta de entendimiento hacia la misma, porque aunque podemos pasar horas y horas leyendo la Biblia eso no implica que la entendemos en su totalidad; ¿por qué? Porque estamos ciegos de corazón; al leer la Biblia o escucharla como nos sea conveniente, debemos abrir nuestro corazón para poder entender lo que el Padre nos dice por medio de su palabra.
La necedad nos ciega el entendimiento; hacer caso omiso ante un problema visiblemente grave nos hace necios y faltos de amor.
Todos los hombres estamos expuestos a algunas enfermedades que son la consecuencia de la caída, porque todos somos pecadores. Es cierto que algunos casos son muy dolorosos y llaman fuertemente nuestra atención, como el del ciego de nacimiento que vemos aquí, pero la enfermedad está presente por todos los lados y tarde o temprano nos alcanza a cada uno de nosotros.
Jesús sanó a aquel ciego de las consecuencias del pecado, y esto sirvió para mostrar su gracia, su poder y misericordia. Como el Señor decía, las obras de Dios se estaban manifestando en aquel hombre.
La tragedia del hombre ciego había venido como consecuencia de la caída del hombre, pero el Hijo de Dios iba a aprovechar esta situación para mostrar lo que Dios puede y quiere hacer a favor del hombre. Y no solo de aquel ciego, sino de toda la humanidad. Pero debemos tener claro que no todo pecado es de muerte y que no toda enfermedad es a causa del pecado; hay ciertos pecados que Dios castiga y enfermedades que el Señor sana para que su nombre sea glorificado por todo aquel que lo invoca en busca de sanidad.
Hermano, amigo, ¿cuánto tiempo lleva usted siendo un ciego y hasta cuándo lo estará? ¿No cree usted que ya es hora de abrir nuestros ojos y corazones ante la gran eminencia que es Cristo Jesús, y dejar que sea Él quien nos muestre el camino hacia la verdad, que es su ministerio en este mundo? Asegúrate que el día que Él venga por su iglesia puedas verlo en toda su majestad, porque si no quieres ser dejado atrás, empezarás desde este momento a abrir las puertas de tu corazón para que Él pueda hacer de ti un vencedor.
No tardes, la hora se acerca. ¡Dios os bendiga!

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