Pasamos por largos momentos de oración, muchos días de ayuno, luchas para congregarnos, adorando, soportando gestos, y cuestionamientos de las personas que nos rodean porque las cosas no han salido como esperamos, porque, eso sí, demostramos creer y confiar mucho en Dios, pero aún así la bendición anhelada no llega.
Como es de esperar, las personas que no conocen a Dios no entenderán ese proceso, es más, ni nosotros que tenemos comunión con Él lo podemos entender, solo tenemos que creerle, no podemos cuestionar a Dios.
Nos damos cuenta que toda esa espera vale la pena cuando vemos los resultados, cuando vemos cumplir la verdadera voluntad de Dios en nuestras vidas, porque Él siempre nos sorprende con muchísimo más de lo que esperamos.
Dios conoce y ha contado cada lágrima que hemos derramado en la angustia, y Él no se ha olvidado de nosotros. Nuestro padre sabe más que nadie lo que en realidad necesitamos, no pensemos nunca que Dios nos ha olvidado y que está empeñado en trabajar más por los demás.
Pasa que Dios es un Dios de orden y que para todo tiene su tiempo. Él ya escribió nuestro futuro, pero cada prueba que pasamos nos prepara para saber administrar lo que nos va a entregar, para que cuando estemos en la abundancia o lugar de privilegio no nos olvidemos de Él, para que nuestro corazón no se llene de orgullo, y para que no dejemos de lado el servicio a Dios y la búsqueda constante de su presencia.
Sé fiel a Dios con lo poco que tienes, porque a su debido momento en lo mucho te colocará el Señor, si sabes ser diligente.
¨Pero en cuanto a ustedes, sean fuertes y valientes porque su trabajo será recompensado.¨
2 crónicas 15:7 (Nueva Traducción Viviente).
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