jueves, 22 de septiembre de 2016

El Diario De Una Luchadora

Hoy siento, sé que fracasé. Dije que haría mi mejor esfuerzo, pero lo que pasó fue que los estándares… los bajé, y me dije que yo sería la mejor, pero reflexiono,... creo que eso nunca pasó.
Estas pudieran ser las palabras escritas en el diario que cuidadosamente ocultamos en el armario junto a la cama. El hecho es que cada día en que nos levantamos, tenemos un plan de acción y nos proponemos siempre avanzar. Muy dentro nos prometemos que vamos a dar lo mejor de nosotros, haciendo lo correcto en nuestras recargadas agendas, ya sea en nuestras relaciones, en nuestra salud, con nuestra familia o en la oficina. Así ha sido siempre nuestra rutina.
Una vez más me despierto para leer la Biblia, un libro de Joel Osteen o John Mason, y antes de salir me asomo a las páginas del diario. Con las llaves del coche en la mano, salgo con la certeza de que será un día lleno de satisfacciones.
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Los resultados muestran que fracasé. Antes pensé que llegaría a la cima pero con el fracaso,... ya no puedo resistir. Pensé que era lo mejor de lo mejor, pero aquello era solo un sueño. El mundo me puso en mi lugar y me senté, el fracaso demostró que yo no era tal…
... una vez que salí al sol de la mañana, me doy cuenta de que nada es como lo había planeado. Estoy programada para una entrevista a las 8:00 a.m., pero el tráfico en la autopista está pesado. Después tenemos una reunión con un cliente muy importante y mi coche se estropea al ir de camino. Hay un plazo crucial que somos incapaces de cumplir y, encima de todo, finalmente es un sueño hecho realidad.
Tenemos la oportunidad de trabajar en París, pero la pequeña Samantha apenas tiene dos años. A fin de cuentas, nada sale como lo planeamos y quedamos resolviendo problemas que nosotros mismos creamos. A pesar de todo, la compañía espera que rindamos sin saber de la presión que atravesamos. Pero entonces…
Hoy aprendí que sí, que fracasé como muchas otras ocasiones. Como antes, fui empujada contra la pared, y una vez más sabía qué hacer, lo que siempre he sabido hacer lo volveré a hacer. Lejos de la derrota, sé cómo dejar la trampa, el secreto yace en levantarme nuevamente…
Con las llaves del coche en la mano, estoy de vuelta en casa. El ambiente sereno me devuelve la paz mental. Cuando atravieso la puerta, la pequeña Samantha comienza a tomar pasitos hacia mí. Sonrío y la animo a seguir; ella cae, siento lástima.  Pronto, sin embargo, ella se levanta y corre hacia mí. Todo lo que sabe es que necesita sentir el cálido abrazo de mamá.
Sosteniéndola en mis brazos me doy cuenta de que me acaba de enseñar una valiosísima lección. Que la vida es un camino y que habremos de enfrentar obstáculos, pero lo que importa es que debemos levantarnos sobre la tormenta como las águilas y tener una visión positiva.
Como la bebé Samantha, enfoquemos nuestros ojos en la meta a pesar de los retos que enfrentemos. Además, ¿no es cierto que los obstáculos son aquellas cosas amenazantes que vemos cuando apartamos la mirada de la meta?
La oscuridad se asienta lentamente. En el occidente el sol desaparece hermosamente detrás de las colinas, y muy dentro de nosotros estamos contentos; hemos vivido para enfrentar los desafíos de otro día. Ahora estamos un día más cerca de nuestro destino.
La puerta del baño se abre, y observo a la bebé Samantha caminar hacia la cama.  Rápidamente, tapo mi precioso diario…
Mañana conquistaremos y no fracasaremos. Una vez más tomaré la prueba con valor, estoy determinada a ser la mejor, pero si fracaso, me levantaré, me sacudiré el polvo y no me lamentaré. Lista para lanzarme hacia adelante, no me doblaré; estoy lista para ver la victoria final.
-“¿Cómo fue tu día, querida?”
-“Desafiante y satisfactorio. Estoy contenta de haber vencido…”
Esa es la actitud de una verdadera mujer (africana).
El pensamiento es realmente especial porque enfrenta la realidad de nuestra falibilidad e imperfección ante la vida. No podemos negar que la mayoría del tiempo nos quedamos cortos respecto a nuestras propias expectativas… ¡y qué decir de las de Dios!
Lo cierto es que la clave radica en no quedarnos lamentándonos sobre nuestros “fracasos” sino insistir en levantarnos e intentarlo de nuevo. Pongamos atención a lo que el Espíritu Santo nos esté diciendo y adelante.  
Bendiciones.

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