En Mateo 10:34–39 , Jesús indicó claramente lo que significa seguirlo. Él dijo, “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.”
Jesús trayendo una "espada" y volviendo a miembros de la familia uno contra otro, puede parecer un poco duro después de palabras como “todo aquel que en Él cree no se pierda (Juan 3:16). Pero Jesús nunca suavizaba la verdad y la verdad es que seguirlo a Él conduce a decisiones muy difíciles. En estos casos volverse atrás puede ser muy atractivo. Cuando la enseñanza de Jesús pasó de las Bienaventuranzas (Mateo 5:3–11) a la realidad de la Cruz venidera, muchos de los que lo habían seguido lo abandonaron (Juan 6:66). Incluso los discípulos decidieron que seguir a Jesús era demasiado difícil la noche que Él fue arrestado. Cada uno de ellos desertó (Mateo 26:56; Marcos 14:50). Esa noche, seguir a Cristo significaba una posible detención y ejecución. Para no poner en riesgo su propia vida, Pedro negó tres veces que conocía a Jesús (Mateo 26:69–75).
Seguir a Cristo verdaderamente, significa que Él se ha convertido en "un todo" para nosotros, nuestro único objetivo. Todo el mundo sigue algo: los amigos, la familia, la cultura popular, los deseos egoístas, o... Dios, y solo podemos seguir una cosa a la vez (Mateo 6:24). Dios declara que no deberíamos tener ningún otro Dios delante de Él (Éxodo 20:3; Deuteronomio 5:7; Marcos 12:30). Seguir a Cristo verdaderamente, significa que no seguimos nada más. Jesús dijo en Lucas 9:23, “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” No existe algo así como un "discípulo a medias,” y tal como lo demuestran los mismos discípulos, nadie puede seguir a Cristo por el poder de su propia fuerza de voluntad. De hecho, los fariseos eran buenos ejemplos de aquellos que estaban tratando de obedecer a Dios con sus propias fuerzas. Su propio esfuerzo solo los condujo a la arrogancia y la distorsión de todo el propósito de la ley de Dios (Lucas 11:39; Mateo 23:24).
Mas Jesús dio a sus discípulos el secreto para seguirlo fielmente, pero ellos no lo reconocieron en el momento. Él dijo: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha.” (Juan 6:63). Y, “por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre." (versículo 65). Los discípulos habían caminado con Jesús durante tres años, aprendiendo, observando y participando en Sus milagros. Sin embargo, incluso ni ellos podían seguirlo fielmente con sus propias fuerzas. Necesitaban un Ayudante.
Jesús prometió muchas veces que, una vez que Él hubiera ascendido al Padre, enviaría un 'Ayudante' a Sus discípulos — el Espíritu Santo (Juan 14:26; 15:26). De hecho, les dijo que era por su bien que Él se iba para que viniera el Espíritu Santo (Juan 16:7). El Espíritu Santo mora en el corazón de cada creyente (Gálatas 2:20; Romanos 8:16; Hebreos 13:5; Mateo 28: 20). Jesús advirtió a Sus seguidores que no deberían comenzar a testificar de Él, “hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lucas 24:49; Hechos 1:4). Después, cuando el Espíritu Santo vino sobre los primeros creyentes en el Día de Pentecostés, de repente tenían todo el poder que necesitaban para seguir a Cristo, incluso con la muerte si fuese necesario (Hechos 2:1–4; 4:31; 7:59-60).
Seguir a Jesús significa esforzarse por ser como Él. Él siempre obedeció a Su Padre, por tanto esto es lo que nos debemos esforzar a hacer (Juan 8:29; 15:10). Para seguir a Cristo verdaderamente, significa hacerle a Él el jefe. Eso es lo que significa hacer a Jesús Señor de nuestras vidas (Romanos 10:9; 1 Corintios 12:3; 2 Corintios 4:5). Cada decisión y sueño se filtran a través de Su Palabra con el objetivo de glorificarlo en todo (1 Corintios 10:31). No somos salvos por las cosas que hacemos para Cristo (Efesios 2:8–9), sino por lo que Él ha hecho por nosotros, y debido a Su gracia, debemos agradarle en todo. Todo esto se logra cuando permitimos que el Espíritu Santo tenga un control completo de cada área de nuestras vidas (Efesios 5:18). Él explica las Escrituras (1 Corintios 2:14), nos capacita con dones espirituales (1 Corintios 12:4-11), nos consuela (Juan 14:16) y nos guía (Juan 14:26). Seguir a Cristo significa aplicar las verdades que aprendemos de Su Palabra, y vivir como si Jesús caminase en persona junto a nosotros.
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