Convertirse o aceptar a Cristo como suficiente y único Salvador personal, tiene sus consecuencias, algunos hijos e hijas de Dios Creador las comienzan a sufrir de inmediato, mientras que a otros, en el transcurso de su nueva vida.
Cierto hombre alcohólico y pobre, decidió abrir su corazón a Jesús naciendo de nuevo. En una ocasión entró a una taberna para vender periódicos, y al verlo, los parroquianos comenzaron a burlarse de él. Como no hizo ni caso, uno le ofreció un vaso con cerveza, y no quiso recibirlo, después le ofrecieron dinero si bebía, rechazando la oferta, hasta que otro le lanzó al rostro el líquido, diciendo, “si no lo quieres tomar por dentro, que sea por fuera”. Pero otros hombres que se encontraban en el lugar, se compadecieron de él y juntaron dinero, para posteriormente entregárselo con respeto.
Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Tito 3: 2,3
El vendedor de diarios mostró una actitud que dignifica el Evangelio. Se dice que la mejor predicación es aquella que se expresa sin palabras, lo que quiere decir que la buena conducta, tanto pública como privada, es la que revela con mucha exactitud si alguien ha nacido de nuevo. El apóstol Pablo llama a los hijos de Dios a demostrar amabilidad y mansedumbre, no a ciertas personas exclusivamente, sino a “todos los hombres”, al mismo tiempo que hace una relación de conductas practicadas antes de recibir a Cristo Jesús; no había vergüenza en demostrar lo que era antes de conocer a Jesús haciendo lo malo, y ¿ha de tener vergüenza ahora que es una nueva criatura, un nacido de nuevo, haciendo lo bueno? Se necesitan, en los tiempos de hoy, personas que sean como cartas leídas por todos los hombres, la Palabra de Dios se lo merece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario