sábado, 11 de junio de 2016

Seguridad en Dios vs. seguridad en el hombre

Cuando Jesús baja del cielo para redimir al hombre y morir en su lugar de pecador, vemos que éste es el mayor acto de amor que pueda existir.
Pero la única forma de poder acceder a ese amor es creyendo por fe, la fe en Jesucristo.
Pues antes de que Él viniera todo era a través de la ley; un animal sacrificado era la solución a los pecados de las personas, y el cordero pascual que se sacrificaba cada año por los pecados del pueblo entero.
Este cordero limpiaba a todo el pueblo anualmente y esto aseguraba a todos ellos, pero era necesario que el sacerdote lo hiciera y eso cubría los pecados hasta del mismo sacerdote.
Pero debemos recordar que la duda es el arma más perfecta que hace que no le creamos a Dios al ciento por ciento.
La duda fue sembrada en el jardín del Edén, donde Adán y Eva vivían felices y todo era de lo más bonito. Tenían todo para vivir de manera sana y saludable, y solo dependían de Dios mismo; Él les había dado todo para que ellos pudieran disfrutarlo, disfrutar de lo que allí había.
Solo había una advertencia: no debían acercarse a tomar del fruto del árbol del Conocimiento del Bien y del Mal.
Ahora detengámonos en este árbol.
¿Sabe usted de algún árbol que sea del conocimiento del bien y del mal? Sabe a qué se refiere este árbol? Bueno, usted puede pensar: pero si es bueno saber lo bueno,... ya, pero usted no solo sabrá lo bueno, también le acompañará lo malo. Este es el problema.
Pero, ¿cómo era la mente de Adán y Eva antes de tomar del fruto prohibido?
Su mente llena de paz y confianza en Dios fue cambiada por completo, y eso fue lo que hizo que ellos al ser engañados, se dieran cuenta que estaban desnudos. Fue entonces cuando ellos dudaron de Dios, y se escondieron de su presencia. Ese árbol del conocimiento del bien y el mal solo les produjo conocimiento de ello, pero no les daba paz, no podían volverse atrás, sentían un vacío que era Dios mismo.
Entonces Dios debía empezar con su plan de rescate al hombre.
Ahora tenemos mucho conocimiento del pecado, pero también dudamos de esa paz que Dios le había dado a Adán y Eva.
Pues bien, Jesús es quien da esa paz a través de la reconciliación, pues Él nos limpia y continúa limpiando nuestros pecados.
Si nuestra vida espiritual de salvación dependiera de nuestros hechos, nadie podría alcanzar el cielo. ¿Por qué?, porque todos los que estamos en la tierra deberíamos ser lo suficientemente humildes para saber, que el mero hecho de estar en una tierra maldita nos hace pecadores, lo cual significa que aunque hagamos todo lo humanamente posible para tratar de estar en paz con Dios, es inútil.
Esta es la cuestión a la que todos debemos llegar, y saber que necesitamos ser redimidos o comprados por la sangre preciosa que nos puede limpiar. Aunque estemos aún en este lugar, ya hemos sido apartados; ese sentimiento de sentirse apartado por Dios y para Dios, hace que vivamos de una forma diferente, agradecidos, y con una paz que sobrepasa todo entendimiento.
La salvación no puede perderse, esa salvación bajó del cielo para poder alcanzar a todos los que creen sin haber visto a Jesucristo, quien nos hace estar firme en la gracia que Él ya hizo. Lo hizo por amor, y espera que nosotros nos entreguemos por amor y no por jactancia de ser parte de sus filas, y que digamos en nuestro corazón: hice esto y esto para merecer estar a tu lado.
Este es el fruto que sale de un inmundo. El inmundo no puede limpiarse por sí mismo, él solo no puede, tiene que reconocer que necesita de Jesucristo y su poder, y tener el Espíritu Santo para tener otra posición ante Dios padre.
El Espíritu Santo contrista al cristiano que se deja llevar por sus propias justicias.
Si no te presentas con la ofrenda de sacrificio que es Jesús a Dios Padre, entonces no tienes nada que ofrecer para entrar al cielo.
Hebreos 4:16 dice: “…acerquémonos pues confiadamente al trono de su gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro…”
“…Y aquel que es poderoso para guardaros sin caída y para presentaros sin mancha en presencia de su gloria con gran alegría…” Judas 1:24
Usted no puede caminar sin caerse en un largo y peligroso camino, pero Jesús es el único que puede guardarnos sin caernos, y no solo eso, además nos presenta limpios, sin ninguna mancha en nuestras vestiduras, ya que nosotros las mancharíamos a cada rato o estarían manchadas si dependiera de nuestras fuerzas.
Dios nos manda a orar sin cesar para no caer en tentación, y si caemos tenemos un abogado que nos limpia de toda maldad, caso de un pecado que viniese a nuestras vidas (1:Juan 1:9).
“…Mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni mis caminos vuestros caminos, declara el Señor, porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos…” Isaías 55:8-9. Por eso la salvación al no depender de usted, es considerada la obra completa de Jesús en nosotros.


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