martes, 7 de junio de 2016

¿Podemos vivir seguros?

Los problemas y peligros que hoy acechan al ser humano son tan angustiosos y graves, que la necesidad de seguridad ha dejado de ser una preocupación para convertirse en una obsesión. Muchos viven en un constante sobresalto; el temor y la incertidumbre se han apoderado del corazón humano. Los problemas de pobreza, del dolor y de la muerte asumen hoy formas tan diversas y tan amenazantes que resulta muy difícil conservar la calma.
Calamidades y una serie de catástrofes naturales se repiten cada vez con mayor frecuencia. El equilibrio económico y la estabilidad emocional también son alterados por toda suerte de accidentes y enfermedades solapadas. Y, ¿qué decir de los dramas provocados por la ola de violencia que inunda la tierra?
Personas de todas partes del mundo sienten preocupación y ansiedad. Los inestimables bienes de la vida parecen estar a merced de los caprichos y pasiones del hombre mismo. Un anuncio publicitario de una compañía de seguros decía: "Vendemos seguridad”. Sin duda, una oferta bastante atractiva, pero imposible de satisfacer.
La buena voluntad del hombre no logra resolver las incertidumbres y peligros de nuestra época. Este fracaso o frustración se puede asemejar a lo que ocurrió con un hombre, que hizo colocar barrotes de hierro a todas las aberturas de su casa por temor a los ladrones. En vez de ser víctima del robo, pereció abrasado por un incendio que se produjo en su domicilio. La puerta a prueba de ladrones se atascó de tal modo que no pudo escapar del fuego. A semejanza de este hombre, también nosotros podemos equivocarnos al escoger nuestro sistema de seguridad.
¿Cuál es entonces la mejor forma de defensa ante los riesgos de esta vida? Una pregunta que podemos contestar con las palabras del Salmo 46;1-2, que dice: "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida…”
El omnipotente Dios y Creador del universo es la única fuente verdadera de seguridad y fortaleza. Cualesquiera que sean los riesgos que debamos afrontar, en Él podemos encontrar el auxilio oportuno. Son promesas de Dios; Él es nuestro refugio, es nuestro amparo y nuestra protección, nuestra única seguridad. Esto no significa que desaparecerán los contratiempos y riesgos de la vida. Las consecuencias del pecado son inevitables; mientras vivamos en este mundo habrá dolor, enfermedad y muerte. Pero la promesa divina es que en medio de la angustia tendremos la compañía del Señor.
¿Podemos vivir seguros? Sí, pero para eso es indispensable confiar en Dios. Cuando la fe llena el corazón, desaparecen la ansiedad y los miedos. Pero a pesar de las incontables evidencias que revelan la bondad y poder de Dios, el ser humano hace caso omiso de la ayuda divina. En este tiempo, hay multitudes que adormecen su conciencia, y procuran encontrar seguridad para sus vidas en cualquier recurso menos en el Señor Jesús. Simplemente lo olvidan, o lo ignoran. Dejan de reconocerlo como el Salvador de sus vidas y el Señor del universo.
Pero no hay fuerza humana suficiente para neutralizar los peligros de esta tierra; no hay ningún medio seguro inventado por los hombres, para conjurar los desastres provocados por un corazón pecaminoso y egoísta. Solo en Jesús están la salvación y la seguridad del alma. Unidos a Él por la fe, podemos mirar el futuro con confianza. El amor de Jesús desplazará todo temor y, entonces, podremos hacer nuestra la experiencia del apóstol Pablo, quien exclamó: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” Y agrega: "Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna otra criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:35, 38, 39).
Para que disfrutes de esta seguridad que proporciona la presencia de Jesús en la vida del ser humano, confía en Él de todo corazón, y disfrutarás de paz, de gozo, de esperanza, y afrontarás exitosamente todos los problemas de este mundo, porque en Jesús, y solo en Él, está la salvación.

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