¿Sabías también que cuando tú vienes a Dios y lo aceptas en tu corazón, todas esas viejas conductas heredadas quedan canceladas? Sin saber como fueron tus padres, lo que es cierto es que ahora tú tienes ya a tu verdadero Padre, y Él es un Padre amoroso, un Padre que te acepta incondicionalmente, que te corregirá cuando te equivocas, pero sobre todo es un Padre exitoso, que gana todas las batallas, que para Él todo es Posible, un Padre con autoestima, un Padre con una historia de éxito sin precedentes.
Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. Colosenses 2:15
Esa es la identidad que ahora debes tomar, pues hasta tu ADN es diferente porque ahora tienes sangre de realeza, ya que tu Padre es un Rey, no uno que dejará el trono, sino un REY para siempre, para la eternidad. Entonces, si nuestro Padre es así, ese es el patrón que ahora nos corresponde seguir en nuestra vida, viviendo confiados, aceptando su amor incondicional, su perdón, viviendo con autoestima, con Fe, y ¡claro!, aceptando ese éxito rotundo en nuestras vidas.
El que te corona de favores y misericordias;” Salmos 103:4
Es necesario sentirlo a Él, comprender que ahora somos hechos nuevas personas con una nueva identidad, y ésta es una identidad donde todo es posible, donde jamás estaremos solos, donde nuestro Padre siempre gana, donde todo nos corresponde como herederos.
Jesús vino a mostrarnos el amor del Padre Dios venciendo a la muerte. Venció a las tinieblas, a la mentira, al odio. Venció al miedo. ¡Triunfo en todo! Su victoria es también nuestra victoria.
Jesús vino a mostrarnos el amor del Padre Dios venciendo a la muerte. Venció a las tinieblas, a la mentira, al odio. Venció al miedo. ¡Triunfo en todo! Su victoria es también nuestra victoria.
Qué maravilloso es comprender esto y sobre todo vivir de esta manera. ¿Cuál es tu verdadera identidad? La que viene por herencia de tu Padre Celestial.
“No temas, yo soy el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, pero como ves estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Apocalipsis 1:17-18
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