lunes, 4 de abril de 2016

Gracias al Señor que me ha dado tanto

Cualquiera que alguna vez leyera o escuchara el poema hecho canción, titulado “Gracias a la vida”, no podría imaginarse que ese tributo de gratitud, estaba disfrazado de sarcasmo, dolor, muerte.
Algunos de los versos de dicho tema decían:
“Gracias a la vida que me ha dado tanto / Me dio dos luceros que cuando los abro  / perfecto distingo lo negro del blanco  / y en el alto cielo su fondo estrellado  / y en las multitudes el hombre que yo amo / Gracias a la vida que me ha dado tanto / Me ha dado la marcha de mis pies cansados …”
No es discutible el optimismo que destila la legendaria composición, la misma que bien pudo ser todo un himno de gratitud por lo vivido. Sin embargo no fue así, pues la autora de tan exquisito legado poético y musical  (Violeta Parra), después de haber tenido una vida de agitación y afanes diarios, además de un desgaste emocional entre dos matrimonios fallidos y una última relación amatoria tormentosa, tomó la fatal decisión de quitarse la vida, irónicamente aquella “vida” a la que en sus versos agradecía.
Los entendidos hablaron de depresión; y el mundo sigue hablando de ella y de su trabajo devastador. Sí, depresión: un mal que carcome la existencia; que avanza silenciosamente como un cáncer, superando, por lo general, la acción de cuantos profesionales, terapias, y medicamentos se recomienden.
Porque la depresión es un arma poderosa que sigue usando el enemigo para acabar con la humanidad, para robarnos la esperanza, para debilitarnos la fe, para sellarnos los sentidos y no dejarnos percibir que al final del túnel, al final del túnel... hay una luz llamada Jesús.
Amigo:
No dejes que ninguna raíz de tristeza crezca mucho tiempo en tu interior, porque su tallo y ramas (angustia, ansiedad, depresión) terminarán atando tu voluntad.
Cada vez que te sobrevengan aflicciones y cargas, ponlas a los pies del Señor, y mientras te esfuerzas en la lucha, permite que Él actúe. No hay otro sanador, médico, siquiatra, o consejero mejor.
Con ello, al final de tu peregrinaje terrenal, en vez de decir “Gracias a la vida…” podrás decir “Gracias al Señor que me ha dado tanto…”

Vengan a mí ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.

(Mateo 11:28)

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