Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; me diste vida, para que no descendiese a la sepultura. Salmos 30: 3. ¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? Salmos 24: 3
Cuando se habla de una escalera, inmediatamente el pensamiento la une a la idea de subir o bajar. En los dos ejemplos dados, se requiere mucha valentía y dominio propio subir o bajar por ellas, hasta puede resultar temerario hacerlo.
En otro orden de cosas, para subir por la escalera de la fe, se necesita confianza. Es necesaria también para alcanzar la cima del monte de cualquier circunstancia, de los dolores, de los duelos, o de las amarguras. Todo ello representa un desafío, enfrentar y vencer, igual que ser un hijo o hija de Dios Creador.
La pregunta ¿quién subirá al monte de Jehová?, la deben contestar los que han puesto su esperanza firme en Aquél que fue a la cruz. Es notable que para encontrarse con el Señor, el escritor, David, menciona el monte de Jehová. Ello significa que hay que subirlo, y no es fácil subir una montaña porque van a presentarse una serie de obstáculos, que procurarán impedir su llegada a la cumbre. La escalera de la fe hay que apoyarla sobre las faldas de la montaña, y por muy empinada que quede, Él desde arriba, le estará animando a pisar el primer peldaño para comenzar a subir. No se detenga en los males que le ha tocado sufrir en estos días, tenga confianza, y desde luego, comience a subir.
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