lunes, 4 de abril de 2016

La voluntad de Jesucristo

Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. Mateo 8:3
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo esté, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. Juan 17:24
Inline image 1Al leer los evangelios nos sorprende ver que la preocupación constante de Jesucristo era hacer la voluntad de Dios, su Padre. Lo repite especialmente en tres capítulos del evangelio según Juan (cap. 4:34; 5:30; 6:38). La comunión entre Dios el Padre y Dios el Hijo era perfecta, tenían el mismo pensamiento. Sin embargo, la condición humana que Jesús había adoptado al venir a la tierra, hizo que siempre tomase una posición de humildad y pusiera en primer lugar los derechos de Dios.
Solo dos veces (versículos arriba citados) expresó una voluntad personal, y lo hizo sobre temas que llenan de agradecimiento al creyente. La primera vez dijo a un hombre que tenía una enfermedad incurable: Quiero; sé limpio. Inmediatamente lo tocó e hizo un milagro. En el ámbito espiritual, este episodio nos muestra la razón por la cual Jesús descendió del cielo: curar el alma de todos los que lo aceptan, y esto en pleno acuerdo con Dios, el cual quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:4).
El segundo caso en el que Jesús dijo: “quiero”, fue al hablar de los suyos, es decir, de todos los que iban a creer en Él y a obtener así la salvación de su alma. En una oración a su Padre, expresó su deseo de compartir con los suyos su gloria eterna en el cielo.
El creyente puede adorar sabiendo que Jesús quiso salvarlo y llevarlo a la casa de su Padre, para vivir allí toda la eternidad llena de felicidad.

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