sábado, 23 de abril de 2016

El Encerrado

Mis días son largos en esta vieja mecedora…
Ya no puedo aventurarme fuera, no me atrevo. Y mi corazón está triste, mi cuerpo desgastado…
Ellos dicen que les importo, pero lo dudo. Nadie me visita, nadie me llama…
Así que todo lo que puedo hacer es permanecer sentado, mirando las paredes.
Espero y me pregunto si sonará el teléfono… Cuánto deseo que lo hiciera, o, cuánto cantaría mi corazón.
Nada más que un golpe en la puerta, alguien que diga hola… Me daría tanta felicidad…
¿Pasará? ¿Antes de que muera yo?
Solía ir a la iglesia cuando podía estar de pie…, y la gente me sonreía y estrechaba mi mano.
Ellos profesaban amar y vivir por “El Libro”…
Ahora, miren cómo me tratan, solamente echen una mirada.
Espero que nunca lleguen a la situación en la que estoy… 
Es terrible que uno esté forzado a estar encerrado. Los días son largos y a veces, también las noches…
Oro a mi Hacedor porque sé que su amor es real.
Inclino mi cabeza y levanto mi mano. 
Sé que pronto dejaré este mundo.
Yo espero mi solitario tiempo aquí en la tierra, porque contigo, Jesús, he nacido de nuevo.
Intento recordar, Jesús, por lo que atravesaste y no guardar resentimiento, pero aún me entristece recordar lo que hiciste por mí en el Calvario…
Y prometo, Señor, honrarte siempre a Ti.
Tal y como oraste Tú una vez, así también lo haré yo… 
Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen.
Cuántos son los que por ser ancianos, estar enfermos o presos, se sienten solos. Nadie los visita, ni siquiera los llaman. Este es un buen día para acordarnos de aquellos que están encerrados.
Por causa de la pobreza y del hambre andaban solos; huían a la soledad, a lugares tenebrosos, desolados y desiertos. Job 30:3
Para oír el gemido de los presos, Para soltar a los sentenciados a muerte. Salmo 102.20

No hay comentarios:

Publicar un comentario