sábado, 23 de abril de 2016

No a la venganza

Es evidente que en nuestro transitar por esta vida, vamos a atravesar por todo un sin fin de experiencias, unas agradables y sin ningún vestigio de pesimismo, y otras desagradables que pueden exceder en su cuantía a las que se pueden denominar como “buenas”.
Generalmente, de todos los acontecimientos que se mueven alrededor de nuestra vida, los que resultan más lacerantes, dolorosos y frustrantes son aquellos que tienen que ver con la traición, el relativismo y la marginación.
La manera común de enfrentarse a estos acontecimientos es vengándose de aquellos que nos hacen mal, pero está comprobado que la venganza se convierte en un mal que nos corroe el alma. Los cristianos no somos inmunes a este flagelo y también seremos traicionados.
Para los demás, posiblemente lo que hacemos será malo, y lo de ellos será bueno aunque sean los mismos hechos, lo que es conocido como relativismo. Y en otras ocasiones seremos marginados de tal manera, que nos parecerá estar en un desierto aunque estemos rodeados de personas; por la sencilla razón de que solo seremos importantes para ellos mientras les podamos ser útiles. Pero ni el odio ni la venganza deberán ser armas que usemos para pagar a los que nos hacen mal.

Como ejemplo, no, como gran ejemplo tenemos a un rey que se despojó de su gloria, para llenarnos de su gracia. A lo suyo vino y los suyos no lo recibieron y por si fuera poco, echaron suertes sobre sus ropas, le pusieron una corona de espinas, lo exhibieron como un delincuente y para colmo de males lo crucificaron. ¿Qué dijo desde la cruz? “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Nunca has pasado por algo como esto, seguro. Por tanto, no tienes ningún motivo para la venganza. Dios te perdonó aun cuando no había en ti ningún atractivo para hacerlo.
Los cristianos, por tanto, no solo deben abstenerse de la venganza, sino que deben devolver bien por mal (Romanos 12:17-19). El juicio divino hace las veces de la venganza (Lucas 18:7), si bien se dilata a veces hasta el último día.
“…No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19)
Que los sufrimientos, que las incomprensiones de este mundo te hagan pasar, pero que no te hagan olvidar del gran amor de Nuestro Señor y Salvador, y puedas vivir con la esperanza puesta en que Él no olvida lo que le hacen a sus hijos.

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