sábado, 23 de abril de 2016

Seré Consolado

Como aquél a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros. Isaías 66:13.
¡El consuelo de una madre! Es la ternura misma. ¡Cuán perfectamente comprende la pena de su hijo! ¡Cómo le estrecha contra sí misma y procura meter todas sus amarguras en su corazón! El hijo puede comunicárselo todo a su madre, seguro de que nadie como ella simpatizará con él. Entre todos los consoladores, el niño siempre preferirá a su madre; esto mismo experimentan los mayores.
¿Y consiente Dios en cuidar a su pueblo como una madre? Esto demuestra una bondad exquisita. Fácilmente podemos comprender qué es un padre, pero... ¿será también para nosotros, una madre? ¿No nos invita con esto, a una santa familiaridad con Él, a entregarnos sin reserva, a descansar en su regazo? 
Cuando Dios mismo se hace nuestro Consolador, la prueba no puede durar mucho. Confiémosle nuestra pena, aunque solo sea suspirando y sollozando en su presencia. A buen seguro que no nos menospreciará a causa de nuestras lágrimas. Nuestra madre no nos menospreciaría. Y Él verá nuestra flaqueza como lo haría ella y perdonará nuestras faltas con mayor ternura de lo que podía hacer nuestra propia madre.
No tratemos de llevar la carga solos; sería muy duro para quien desea con tanta benignidad consolarnos.
Comenzamos el día con nuestro Dios amantísimo, ¿por qué no hemos de terminarlo a su lado?... las madres nunca se cansan de estar al lado de sus hijos.
Seguro estoy de que el consuelo de Dios me arropa en medio de mis quebrantos y tristezas.
Señor, gracias por consolarme con tu amor eterno y tierno. Ante ti derramo mi vida porque eres mi refugio. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario