“Al vernos enfrentados al dolor, un poco
de valentía ayuda más que mucho conocimiento; un poco de comprensión, más que
mucha valentía; y el más leve indicio del amor de Dios, más que todo lo
demás.” (C.S. Lewis)
Sé lo que es sufrir discriminación, rechazo, provocación, burla o maltrato
verbal. Sé lo que es ser calificado por gente a la que no le ha sido dada
autoridad de calificarme, pero que se toma la atribución de descalificarme.
Gente que con su evidente y nada disimulada animosidad hacia mí, no solo
desaprueba lo que hago o digo, sino que también cree tener
autoridad para desaprobar lo que no hago ni digo; pero que no ha sido
aprobada para desaprobarme. ¿Has pasado por algo así? Si es así,
¡bienvenido al club!
Piensa, ¡hay personitas
muy amables a las que es muy bello y fácil amar y bendecir! Pero en
cambio, hay otras que… ¡Ay, Señor…! En nuestro entorno hay gente resentida y
frustrada, quienes lo tienen todo y a la vez no tienen nada. Quienes hablan de
“convivencia”, cuando ellas mismas generan situaciones que hacen muy difícil la
convivencia… Personas con heridas en sus almas, con profundas raíces
de amargura.
“Había un hombre que
tenía cuatro hijos. Como parte de su educación, él quería que ellos aprendieran
a no juzgar a las personas y las cosas tan rápidamente como suele hacerse.
Entonces los envió a cada uno, por turnos, a ver un peral que estaba a gran
distancia de su casa.
En su país había
estaciones, así que el primer hijo fue en invierno; el segundo en primavera; el
tercero en verano y el cuarto en otoño. Cuando todos habían ido y regresado, el
padre los llamó y les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo dijo que el árbol era horrible, giboso
y retorcido, parecía seco y sin vida. El segundo dijo que no, que el árbol
estaba cubierto de brotes verdes y lleno de retoños que prometían flores.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo: dijo que estaba cargado de flores,
que emanaba un aroma muy dulce y se veía hermoso; era el árbol más lleno de
gracia que jamás había visto. El último de los hijos tampoco estuvo de acuerdo
con ninguno de ellos. Dijo que el árbol estaba cargado de peras maduras, lleno
de savia y bienestar. Como los pájaros acudían al peral para comer de
los frutos que se estaban marchitando, todo a su alrededor se llenaba de un
exquisito aroma.
Entonces, el padre les explicó a sus hijos que todos
tenían razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida
del árbol. Y añadió que por eso no se podía juzgar a una persona, por solo ver
una de sus temporadas.”
Por ello, sabiamente el Señor ve mucho más allá de lo que nosotros podemos
ver, e incluso ve lo que resulta ser invisible a los ojos, y nos exhorta
sabiamente “bendecir a los que os maldicen” (Mateo
5:44; Lucas 6:28; Romanos 12:14).
Ni más ni menos, nuestro principal
ministerio. Amor y pasión por las almas.
“Estoy tan lejos de sentir realmente lo
que digo, que no me queda más que ansiarlo
fervientemente y clamar por misericordia.” (Walter Hilton)
“La diferencia entre “secular” y “espiritual” no es
bíblica. Se suele asociar lo espiritual con las actividades que
se realizan en el templo, y lo secular con lo referente al trabajo y quehaceres
de la vida diaria. Sin embargo, los primeros cristianos desarrollaban sus
ocupaciones al mismo tiempo que divulgaban el evangelio del reino. Trabajar en
la sociedad y servir a Dios no son actividades mutuamente
excluyentes.
El trabajo, la profesión, el estudio, la familia; también son ámbitos de
nuestro ministerio.
“Si una persona jamás ha conocido
la verdadera felicidad, tal como había pasado en mi vida, ¿cómo
podría saber lo que falta?” (Joyce Meyer).
y conoceréis la verdad, y la verdad os
hará libres.
(Juan 8:32 RV60)
“He sido rechazada, abandonada, traicionada y
divorciada. Sé lo que significa una herida… y doy gracias a Dios porque Él me
ha mostrado cómo recuperarme.” (Joyce Meyer).
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales
cosas no hay ley.
(Gálatas 5:22-23 RV60)
En un
amplio sentido, la lista de Pablo aquí, incluye todas las cosas
que nosotros de forma natural, deseamos retener y no dar a la gente que nos ha
herido. Raras veces deseamos expresar nuestro amor a un individuo que nos ha
herido. En realidad, no tenemos gozo ni paz cuando nos han dañado.
Generalmente, no somos pacientes ni bondadosos con las personas que nos han
hecho mal.
La manera en que tratamos a los demás y lo que decimos de ellos, revela
mucho más acerca de nosotros mismos que lo que pretendemos decir y demostrar de
los demás.
“En el
norte de Escocia, las ovejas se descarrían hacia las rocas, hasta llegar a
lugares de donde no pueden volver. La hierba de esos lugares es muy dulce y a
las ovejas les gusta, de modo que saltan tres o cuatro metros, y cuando no
pueden regresar, el pastor las escucha balando y en peligro. Pueden estar
allí durante días hasta que se comen toda la hierba. El pastor espera hasta que
están tan débiles que no pueden permanecer en pie y entonces, ata una soga
alrededor de él y se lanza a rescatarlas de las garras de la muerte. ¿Por qué
no baja a buscarlas apenas llegan a ese lugar? Muy simple: son tan tontas que con solo ver al pastor aproximarse, se lanzarían al precipicio
y se matarían.
Lo
mismo ocurre con los hombres, no se vuelven a Dios hasta que no tienen más
amigos y han perdido todo. Si estás descarriado, el Buen Pastor te traerá en el
momento en que dejes de tratar de salvarte por ti mismo y estés dispuesto a que
Él te salve a Su Manera.”
“Puede ser que el dolor un día se
convierta en amor;
puede ser que al final en vez de angustia
todo sea paz;
cuando venza el bien a la maldad, ¿quién
dejará de creer en ti, de creer en ti?
De rodillas frente a ti, voy a vivir;
podrá todo un día acabar,
pero siempre, pero siempre viviré por ti.”
(Jaci Velasquez. “De creer en ti”)
A nuestro alrededor hay
sonrisas pintadas. Hay personas sin esperanza y con dolor. Hay almas heridas.
Hemos sido puestos aquí para ser luz del mundo, sal de la tierra (Mateo
5:13,14), para llevar esperanza a quienes no la
tienen. Para llevar el bálsamo del espíritu a donde hay tanto dolor.
A Dios gracias, nada pude hacer para evitar que Cristo muriera en
la cruz por mí. A Dios gracias, nada pude hacer para impedir que
Cristo muriera en la cruz por ti.
Hoy ese caudal de gracia, paz y perdón está disponible para ti y
para mí.
Hoy te pregunta a ti:
¿quieres ser sano?
Y había allí un hombre que hacía treinta y
ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba
ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
(Juan 5:5-6 RV60)
No hay comentarios:
Publicar un comentario