lunes, 7 de marzo de 2016

A tu lado

Hay cosas en la vida que inducen a pensar que el ser humano siempre necesita de alguien para ser completamente feliz.
Definitivamente, somos seres creados para estar en sociedad. A través de las diferentes edades necesitamos tener relaciones humanas; está claro que no se concibe la vida de un ser humano como solo una persona, necesitamos la pareja. Un bebé no puede sobrevivir solo, necesita de alguien más; a lo largo del crecimiento el niño necesita a un padre o una madre que le suministre y cuide. Y luego, en la adolescencia o en la juventud, también los hijos dependen de los padres.
Pero llega el momento en que se cumple la escritura que dice: no es bueno que el hombre esté solo, por lo tanto, inicia la búsqueda de su pareja. Comienza con la observación y análisis de las posibles candidatas a elegir, determinando los aspectos socioeconómicos, culturales y hasta religiosos de la que será la compañera de toda su vida.

Después de un tiempo de romance, decide compartir el resto de su vida bajo cualquier circunstancia (en las buenas y  en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y pobreza…). Con ella comienza el ciclo comentado al principio, de que se necesitan al menos dos para traer al mundo a una tercera persona, y a otra más, y a otra más, hasta que deciden completar su familia.
Pasado el tiempo, encontraremos que cada una de las personas que han estado a su lado, llámese padre o madre, hermanos, amigos, vecinos, compañeros de escuela, compañeros de oficina, pareja o tal vez hasta un hijo ya no están más ahí, se han ido o mejor dicho, se han adelantado en el camino. Miramos alrededor y ahora estamos nuevamente solos.
Pero a tu lado, SIEMPRE ha estado alguien que ha guardado tu vida, que te ha bendecido, que te ha salvado de muchas cosas que quizá ni te imaginas, ha enviado a sus ángeles cerca de ti para que tu pie no tropezara. Su bien y su misericordia han sido un regalo cada mañana. DIOS.
Si has tenido una vida de una relación auténtica y en paz con Dios, podrás decir esta hermosa declaración:
Tú me enseñaste a vivir como a ti te gusta.
¡En tu presencia soy muy feliz!
¡A tu lado soy siempre dichoso!
(Salmos 16:11 TLA)
DIOS, agradezco que nunca me has dejado solo. Ahora sé y entiendo que gracias a ti he llegado hasta aquí. Jesús, quiero confirmarte como mi amigo, yo a tu lado y tú al mío. Sigue siendo mi fiel amigo, ése que no me abandonará jamás. Amén.

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