domingo, 15 de marzo de 2015

Un Testimonio de Fe y Aliento

El Dios al que servimos es tan real que puedo testificar de sus grandezas. No solo porque lo he visto glorificarse en mi vida, sino también en la de mucha gente que me rodea. Hace algunos años, una de mis amigas más cercanas lloraba desconsolada. En aquel momento parecía que nada iba bien en su vida. Pasaba por un proceso de enfermedad, y tenía de esos problemas y dificultades que nunca faltan. No veía esperanza alguna de encontrar al hombre de su vida para así, poder ver realizado el sueño de tener su propia familia.
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Su ambiente parecía aventurarle la desdicha, su panorama no era nada alentador, no se veían esperanzas de que algo pudiera cambiar. Ella ni siquiera tenía la certeza de que cuando se casara, si encontraba a ese hombre que la complementara, podría tener hijos. Lloraba y daba gritos de impotencia, porque no lograba entender las razones y el por qué de muchas cosas que estaba viviendo en ese momento.
Pero después de la noche viene el día, viene la alegría del Señor. Después de la tormenta viene la calma. Pasados unos tres años aproximadamente, en un cambio de ambiente y de mudanza por su trabajo, conoció a un hombre que la cautivó. Hoy llevan algo más de dos años de casados. Dentro de un mes mi gran amiga dará a luz un hijo varón, y todos estamos esperando ansiosamente su llegada.
Parece que aquellas noches de tristeza e insomnio valieron la pena por los buenos resultados que está teniendo ahora. Estoy segura de que eso es un premio a su fidelidad. Los hijos de Dios no serán avergonzados, aunque muchas veces parezca larga la espera; Dios actuará en el momento más inesperado y de manera sorprendente.
Siempre que comparto con mi amiga y veo el brillo de sus ojos, siento una inmensa alegría porque soy testigo de muchas de las cosas maravillosas que Dios ha hecho en su vida.
Personalmente, yo también espero ver el cumplimiento del Señor en muchas áreas de mi vida. Y porque soy humana y lo he experimentado, sé lo difícil que puede ser el proceso de esperar. Pero te animo a que no estropees los planes de Dios metiendo tus manos en los asuntos en los que solo Él debe intervenir. Deja que Él obre, porque nunca se equivoca y lo hace todo hermoso a su tiempo.
Nuestro tiempo no funciona al mismo compás que el de Dios. Pero nuestras vidas están en sus manos y Él conoce los deseos de nuestros corazones.

¡No te agobies ni te desanimes! Estoy segura de que la respuesta ya viene de camino.

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