miércoles, 2 de septiembre de 2015

Tú decides

¿Qué pasó ayer? Concretamente, ¿qué sucedió anoche? ¿Por qué se ha ido la sonrisa de tu rostro? ¿Por qué tienes esa cara? ¿Hay algo que sacudió tu vida ayer, anteayer, o en días pasados? ¿Qué te pasa? Toma aire profunda y tranquilamente, mantén un momento el aliento y mientras Dios te habla, siente como desde el primer cabello de tu cabeza hasta el dedo más pequeño de tus pies, un aire especial recorre todo tu ser.
Nos levantamos cada mañana, de cada precioso e inspirador día, con el sol tocando nuestras mejillas, calentando nuestro cuerpo, y dándole gracias a Dios por permitirnos vivir un día más a su lado; después organizamos todo y salimos a vivir lo inesperado, anhelando las grandes y maravillosas sorpresas de Dios. Muchas cosas pueden pasar en un solo día, cosas grandiosas, cosas inimaginables, cosas edificantes, cosas espectaculares...; pero también pueden pasar cosas que golpean nuestro ser, torrentes de viento helado que nos agobian y congelan nuestra alma, caídas....
Caer no es nada chistoso, y aún más, porque cuando caemos no miramos al cielo. Sentimos como si hubiera pasado un huracán sobre nosotros, y ni hablar sobre lo que siente nuestro espíritu del cual solo salen lágrimas, puños al aire, ira, frustración, y el sentimiento del más doloroso fracaso que podamos tener en la vida, fallarle a Él.
Todos hemos sentido lo que es fallarle a Dios. No podemos decir que nadie le haya fallado a Dios y tampoco le vamos a dar aleluya y pandereta, porque todos, en su momento, le hemos fallado a nuestro Padre Celestial y hemos sentido el sabor amargo de lo que, pensamos, es una “derrota”. Hoy, quizá hoy, vienes por ese motivo, porque sientes que le has fallado a Dios, porque tuviste una caída o una recaída bastante dolorosa de la cual sientes que no podrás volver a levantarte; hoy, quizá hoy, vienes a Dios con la vergüenza a flor de piel y con tu corazón en la mano, sin palabras, ni ganas ni fuerzas; quizá hoy, vienes con una vida destrozada por lo que ha pasado, y de lo que creíste ya habías vencido. Yo mismo sé lo que es sentirse de esa manera y sé que no es nada bueno, al contrario, sé que duele más, mucho más de lo que dolería cualquier otra cosa en esta tierra. Sentir que le has fallado al Rey de Reyes es sentir que tu mundo se ha derrumbado, que nada podrá acercarte de nuevo a Él, cuando le habías prometido que no volvería a suceder. Estoy contigo, de verdad yo sé lo que es eso, sé cuánto duele. Jesús sintió toda clase de dolor, y Él más que nadie entiende cuánto nos duele fallarle a Dios.
El enemigo busca y busca la forma de tirarnos a la lona, de hacernos caer para que no nos volvamos a levantar. Él no se queda quieto y no quiere verte ni a ti ni a mí caminando orgullosos con Dios; buscará la forma de humillarte hasta que caigas, hasta que beses la arena con tus labios, y sé que es bastante difícil mantenerse erguido en algunos momentos, y sentimos cómo flaqueamos hasta la dolorosa caída.
Sé que hoy puedes estar llorando por el dolor que sientes, pues no paras de repetirle a Dios “perdóname”; sé que hoy estás aquí sintiendo como por tus venas corre el desespero de querer estar delante de Dios y decirle personalmente “Por favor, perdóname”
Quiero que por un momento, allí donde estés, que confieses este hermoso pasaje: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:9, y con seguridad, confieses este otro:“Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios lleno de amor, para que tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de la necesidad” Hebreos 4:16 y tengas la plena convicción que desde este mismo instante estás ahí, delante de su trono; dile todo lo que quieras, exprésale cuanto lo amas, pídele, con amor y humildad, que te perdone, y prométele que, por nada del mundo, desistirás de seguir adelante si Él está contigo, y dile: “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” Filipenses 3:14. Después de haberle expresado cuánto le amas y de que hayas derramado tu corazón delante de Su Trono y Su Presencia, es hora de la Gran Renovación.
La hermosa y majestuosa águila, a los 40 años deberá tomar una seria y difícil decisión, porque sus uñas, su pico y sus alas han envejecido, y volar se hace difícil para ella, digamos que no cumplen la función que deberían cumplir; por lo tanto el águila tiene solo dos alternativas: morir o enfrentarse a un proceso de renovación que durará 150 días, en el cual tiene que volar hasta lo más alto de una montaña, golpear su pico con la roca hasta lograr arrancarlo, y luego, con el nuevo pico que le crezca, desprender una a una sus uñas, y cuando sus nuevas uñas comiencen a crecer, comenzará a sacar sus plumas viejas. Después de 5 meses hará el famoso vuelo de renovación que le dará 30 años más de vida.
Hoy es el tiempo y el día en que te renueves como el águila, para que al final puedas dar el gran vuelo de renovación y tengas nuevas fuerzas. El proceso de renovación no es fácil, pero si Dios está contigo, ¿quién contra ti?, igual que para el águila será doloroso, pero estarás totalmente renovado y listo para volar sobre todo, y ver las cosas desde el ángulo celestial.
Hoy es el día en el que tienes que arrancar de ti todas aquellas cosas que te pesan y no te dejan volar libre, tienes que desprenderte de aquello que no te sirve para agarrar las bendiciones, tienes que quitar de tu boca toda mala cosa que a Dios no le agrade; es la hora de la renovación, es la hora de decirle a todo eso “¡Adiós, voy a alzar el vuelo y vivir otros 30 años!”. Es hora de pedirle a Dios que renueve tu espíritu, tu ser, tu vida; es hora de decirle a Dios: “Dios, estoy list@ para la renovación”. ¡Ya! 
Quita de ti todo eso que te ha hecho caer; quítate toda carga, todo dolor y angustia, quítate toda culpa y no permitas que Satanás te culpe por algo que Dios, seguro, ya te perdonó; quita todo fracaso de ti, seca tus lágrimas. Es hora de que bebas de la copa de la victoria. Es hora de que seas renovado como el águila. Vivir o morir…

TÚ DECIDES

“Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”

ISAÍAS 40:31
 

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