lunes, 7 de septiembre de 2015

¿Hasta qué punto?

¿Hasta qué punto mi vida le pertenece a Jesús?
¿Hasta qué punto es mi entrega?
¿Hasta qué punto estoy viviendo Su Palabra?, ¿soñando lo que Él sueña?
¿Hasta qué punto lo que vivo, hago, pienso, sueño, tiene que ver con lo que hay en SU CORAZÓN?
¿Será que lo que tengo como el sueño de mi vida tiene algo que ver con Jesús?
¿Sobre qué estoy basando y midiendo mi vida hoy?
¿Qué hay en mi mente y en mi corazón?
Me he hecho estas preguntas durante todo este año, y aún me lo sigo replanteando todo cada día que pasa.
Cada mañana que despertamos, tenemos dos maneras de empezar nuestro día. Una es enfocándonos en lo que tenemos que hacer particularmente, planear mi día, organizar mi tiempo, desayunar, y después arrancar con todo. Y otra manera es despertar y pensar en cómo fue mi día anterior, cómo ocupé mi tiempo y qué cosas logré. Teniendo como base todo esto, poder empezar hablando con Dios de todo, poder entregarle el día a Él, cada cosa por hacer, mi tiempo, y cada detalle de ese día.
Pude comprobar los resultados de ambas formas, más aún de la primera, donde uno se enfoca en sí mismo y en lo que cree que es mejor y primordial para relajarse en su autosuficiencia, pero hubo un día en el que me decidí a vivir una vida con propósito en todo lo que hiciera, ya fuera en mi casa, en el trabajo, en la universidad, con mis amigos, con la gente en la calle, etc. Pero ¿de qué manera podría llegar a esto si no era entregándole a Él todo lo que me tocara hacer y donde me tocara estar en ese día? No fue otra cosa sino decidir enfocarme cada día en Él, que fuera lo primero, y mi primer pensamiento fue: “¿Qué quieres hoy de mí Jesús? ¿Cómo quieres usarme hoy? ¿Qué debo hacer en tal asunto?… O también así, pidiéndole que me enseñara, que me ayudara a amar, a tener dominio propio para no dejarme avasallar ante cualquier tipo de circunstancia que se presentara y pareciera superarme, que me diera de su paz, misericordia para todos, humildad… que me ayudara a poder mirar las cosas como Él las ve, y atravesar mi día de esa manera, dispuesto a que me usara como quisiera.
No fue lo mismo empezar el día enfocada en mí que empezarlo enfocada en ÉL. Fue genial poder ver a Jesús en cada aspecto y detalle de mi día, poder servir y amar a otros de diferentes maneras, poder enfocarme en cómo lo haría Él y de qué manera reaccionaría. Todo esto me ayudó a amarlo más y así amar más a los demás. Me ayudó a vivir en paz, entregándole a Él mis preocupaciones y dejándolo actuar por mí. ¡Qué bueno fue ver que Él está siempre conmigo!
No es fácil esto de morir a uno  mismo. Y es algo que se trabaja con la ayuda del Espíritu Santo día a día. Por eso, escribir esto es para poder contagiarte un poco lo que Dios ha estado trabajando en mí también. Recordar que fuimos creados para vivir en Él; de esto nos habla claro el siguiente versículo:
¡Ya se te ha declarado lo que es bueno!
Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor:
Practicar la justicia,
amar la misericordia,
y humillarte ante tu Dios. (Miqueas 6:8)
Que JESÚS sea nuestro TODO, que mis sueños sean SUS SUEÑOS, que mi sentir sea SU SENTIR, que mi visión sea SU VISIÓN. De eso se trata. Practicar la justicia, amar la misericordia y humillarse ante su Dios, fue todo lo que Él hizo y nos dejó como gran ejemplo para seguir y vivir hoy.
“Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.” (Mateo 6:33)
Jesús se ocupó de hacer el cielo en la Tierra, de vivir el Reino aquí, donde caminamos hoy.¿Hasta qué punto lo hizo? Lo hizo en una entrega de TODO POR TODO, y hoy todo está sujeto a ÉL, todo le pertenece y no hay nombre por encima del suyo.
Jesucristo, a través de todo su mensaje, nos quiere decir: “Todo lo mío pasa a ser tuyo, si todo lo tuyo pasa a ser mío”. 
Volvamos a la esencia de cada día, y así haremos y veremos una gran diferencia.
Le pido a Dios, que esto pueda inquietarte y hacerte salir de tu comodidad, e ir tras aquello que nos encomendó como hijos suyos que somos, como seguidores del más grande, JESÚS.
¡Dios te bendice!

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