martes, 1 de septiembre de 2015

¿Estás Siendo Probado Por Dios?

“ESCUDRÍÑAME, SEÑOR…; EXAMINA MIS ÍNTIMOS PENSAMIENTOS Y MI CORAZÓN…” (Salmo 26:2)

¿Estás pasando por una prueba? Las pruebas demuestran lo que hayas aprendido. Hasta que no seas probado no sabrás realmente lo que sabes y lo que no. Las pruebas son oportunidades para demostrar nuestra madurez y nuestro potencial. Así que, recuerda que:

(a) pasarás por pruebas en cada etapa de tu crecimiento;
(b) tu objetivo en cada caso debería ser el de pasar la prueba, pues de otra manera tendrás que intentarlo una y otra vez hasta que lo consigas;
(c) una prueba viene siempre antes de una promoción; en realidad, te prepara para ella y demuestra que estás listo para dominarla. Si haces trampas o tratas de copiar las respuestas de alguien, puede parecer, solo temporalmente, que has progresado. Pero después, el tiempo y las circunstancias revelarán lo que eres: alguien que no puede manejar lo que manipulaba para conseguirlo;
(d) la promoción personal nunca puede sustituir a la promoción divina. Por lo tanto, no te precipites delante del Señor; espera y permítele que abra la “puerta”;
(e) un producto no puede ser utilizado con seguridad y rentabilidad hasta que no haya sido probado a fondo, ni tú tampoco.


Dios no es un padre duro de corazón que disfruta viendo la lucha de sus hijos a través de las pruebas de la vida. Si te visitara en persona, probablemente te diría: “No me gusta que tengas que pasar por esto, pero es la única manera de probar si estás listo para lo que se te avecina en el futuro. Antes de que pueda usarte considerablemente, debo probarte a fondo”. 
Generalmente, las pruebas del Señor tienen que ver con tu carácter. Y como es el caso de cualquier buen actor en una obra de teatro, eso no tiene nada que ver con el guión; tu trabajo debe ser que “representes tu propio carácter”. Independientemente de lo que hagan los demás, sigue el “guión” que Dios tiene para tu vida.
Examinemos algunas de las pruebas que Dios suele usar en nuestro desarrollo:

(1) La prueba de las cosas pequeñas.
Esta prueba viene cuando se nos pide que hagamos algo inferior a nuestra capacidad o potencial. Demostrará lo fieles que somos con los compromisos, y también revelará si realmente estamos listos para responsabilidades mayores. Jesús dijo: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel…” (Lucas 16:10).

(2) La prueba de los motivos.
Esta prueba viene a nosotros cuando hacemos todas las cosas correctamente, pero no exclusivamente por los motivos correctos. Es bueno orar; no obstante, Jesús advirtió: “Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman… ser vistos por los hombres” (Mateo 6:5). A veces, no conocemos ni nuestros propios corazones, y por eso necesitamos el “espejo” de la Palabra del Señor: “La palabra de Dios… discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Cuando estés delante de Cristo para ser evaluado y recompensado, la pregunta no será qué hiciste, sino ¿por qué lo hiciste?

(3) La prueba de la mayordomía.
Jesús dijo: “Dad y se os dará…” (Lucas 6:38). Solo cuando tu mano está “abierta”, puedes recibir de parte del Señor. La práctica de dar regularmente te impide ser poseído por lo que posees. El dinero se llama ‘moneda corriente’ porque se supone que fluye a través tuyo, y cuando lo retienes por miedo o avaricia, limitas lo que Dios quiere darte. ¿Quieres que Él continúe la “corriente” de bendición en tu vida? Entonces, ¡sé como un río, y no como un estanque!

(4) La prueba del “desierto”.
Esta prueba viene cuando nos sentimos espiritualmente vacíos y nuestro nivel de alegría está muy bajo. Revela nuestra capacidad de adaptarnos a la adversidad y al cambio, resultando en que entramos en un nuevo nivel de crecimiento. Demuestra que somos capaces de funcionar bien incluso cuando, en ciertos momentos, la vida no es muy divertida. “…te hizo caminar por un desierto grande y espantoso… probándote, para a la postre hacerte bien…” (Deuteronomio 8:15-16b). La prueba del “desierto” consiste en que nos rindamos al dolor a corto plazo, confiando en que, al final, producirá un beneficio a largo plazo;

(5) La prueba de la credibilidad.
Nada es más importante que tu confianza ante Dios y tu credibilidad ante la gente. Cuando Lot trató de rescatar a sus yernos de la destrucción de Sodoma, “…sus yernos pensaron que bromeaba” (Génesis 19:14b). Probablemente habían visto el trato egoísta que él tuvo con su tío Abraham, se habían enterado acerca de sus transacciones de negocios sospechosos (Génesis 13:1-11), y como consecuencia, perdió su credibilidad cuando más importante era. ¿Te pasa esto a ti también?

(6) La prueba de la autoridad.
Antes de que Pablo llevara el evangelio a los gentiles, fue primero a Jerusalén y expuso su plan a los apóstoles pidiéndoles su bendición. No tenía la actitud de “nadie va a decirme lo que debo hacer”. Dios puso a David bajo un líder cretino llamado Saúl. Es horrible saber que tu jefe quiere matarte (lee 1 Samuel 18:11), pero puedes aprender de los errores de un fracaso como también de los logros de una proeza. Porque David se sometió a Saúl, se cualificó para sentarse sobre su trono. ¿Quieres ser un líder? Aprende primero a ser un seguidor, y ¡sométete!


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