martes, 9 de junio de 2015

Jesús y la samaritana

Pasaje Clave: Juan 4:1-38
Jesús quería evitar problemas con los fariseos por lo tanto, ¿qué decide hacer y por dónde elige pasar? (versos.1-4).
Antes de continuar, tengamos en cuenta algo muy importante para entender claramente de qué va esta historia.
Judíos y samaritanos se odiaban. Los samaritanos eran un número considerable en la población total de Palestina. Y los judíos los odiaban y rechazaban cualquier tipo de trato con ellos, porque los samaritanos descendían de la unión de asirios con judíos. No eran judíos “puros” sino un pueblo “mixto”. Aquello constituía un grave problema racial. Un problema que, en diferentes lugares del mundo, persiste hasta nuestros días. Recordemos también que Jesús era judío y que en su camino eligió pasar por Samaria.
¿Qué sucede allí?
¡Jesús se cansó de caminar! Al mediodía (la hora sexta) y con un calor agobiante, decide descansar. Es plenamente Dios y nada lo cansa, pero también es humano y se cansaba como cualquiera de nosotros.
¿Con quién se encuentra junto al pozo?
¿Y cómo reacciona la mujer samaritana?
Ella se pone a la defensiva. “Es un hombre, ¡un judío!, y encima me pide que le saque agua del pozo y le dé de beber, ¡quién se cree que es!”.
Jesús no pierde tiempo, va directamente al grano y empieza a hablarle de temas espirituales, que sacarán a la luz la necesidad escondida en el corazón de esta mujer. - 
Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le pedirías, y él te daría agua viva. (verso 10)
¿Entiende la samaritana lo que Jesús estaba queriendo decirle?
Ella hablaba del pozo, de lo profundo que era, del agua, de los camellos, pero Jesús ¿de qué hablaba?
“Si tomas de esta agua volverás a tener sed, pero si bebes del agua que yo quiero darte nunca más tendrás sed, y no solo eso, será una fuente de agua en tu corazón que nunca se acabará. Está bien que tengas sed, pero no tienes que vivir con sed para siempre. Yo puedo hacer algo completamente nuevo en tu corazón”.
Ni lerda ni perezosa, la mujer le respondió: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed ni venga aquí a sacarla. ¡Se agarró a la propuesta de Jesús pero seguía sin entender bien lo que Él quería decirle! Jesús entonces, la pone a prueba. -Ve, llama a tu marido, y ven acá.
Respondió la mujer y dijo: --No tengo marido. Jesús le dijo: --Bien has dicho: "No tengo marido",
porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido. Esto has dicho con verdad.
.
¡Era la primera vez que ese hombre la veía! ¡Era la primera vez que ese judío hablaba con ella! ¿Cómo conocía los detalles de su vida? ¿Cómo sabía de sus maridos y de la relación amatoria que tenía ahora? ¿Será un profeta?, pensó.
¿Quién lo manda meterse en mi vida privada?
Y rápidamente cambia de tema. -
Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.
El Señor no la presiona, no necesita hacerlo, Él ya sabe cómo terminará aquello. Lo que sí hace es darle más revelación. Su respuesta en los versos.21-24 fue (sintetizada):
  • Llegará el día en el que adorar no se limitará a un lugar físico.
  • Sabemos lo que adoramos porque la salvación viene de los judíos.
  • La verdadera adoración es espiritual, no es ritual, ni religiosa, ni emocional. No se trata de cantar bien, ofrendar, llorar o prometer cosas que nunca se cumplirán, sino de rendir el corazón al Señor. Dios el Padre busca a esos adoradores.
  • Dios es Espíritu y desea esa adoración espiritual que surge de un corazón sincero 
La mujer vuelve a cambiar de tema. -Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos aclarará todas las cosas.
Lo que nunca se esperó fue la respuesta de Jesús: “Yo soy, el que habla contigo”.
Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres:
-Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?
Su decisión no solamente cambiaría su vida para siempre sino que también afectaría a toda una ciudad.
A todo esto habían vuelto los discípulos y le rogaban, diciendo: -Rabí, come. Y también para ellos Jesús tiene una revelación celestial: -Yo tengo una comida que comer que vosotros no sabéis. Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron y vosotros habéis entrado en sus labores.
Hacer la voluntad de Dios, obedecerle, hacer lo que Él quiere que yo haga, es la mejor “comida” que yo puedo comer.
¿De qué te alimentas cada día de tu vida? ¿Qué “comen” tus ojos, tus oídos, tus manos? ¿Haces lo que Dios quiere o haces lo que tú y tus amigos quieren? ¿Haces lo que Dios desea o sigues tus propios deseos?

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