lunes, 4 de mayo de 2015

Invítame a tu casa, atentamente: El diablo

Los cristianos tenemos un enemigo que no debemos ignorar. Hablar sobre el diablo por tenebroso e inverosímil que pueda parecer, es real; tan real como los ángeles que el Señor envía para cuidarnos, así que no hay que subestimarlo porque busca alejarnos de Dios y provocarnos problemas, a través de diferentes personas y circunstancias.
El diablo ha sido un estorbo desde la creación, cuando intervino en la relación perfecta que había entre Dios y Sus criaturas. No había escenario mejor, todo era ideal. Adán encontró a su mujer y la tomó, y ambos eran felices; hasta que apareció la serpiente, quien convenció a Eva de comer del único fruto prohibido en todo el jardín del Edén.
Al comer ambos, sus ojos fueron abiertos y sufrieron las consecuencias. Todo porque el diablo logró entrar a su vida para destruirla, de la misma forma que desea hacerlo con tu familia, por lo que busca a la persona más vulnerable. Él sabe que si crees, serás salvo tú y tu casa; entonces, usa a la inversa este principio de bendición y busca hacerte caer a ti, para que caiga tu casa. El enemigo quiere destruir tu hogar y buscará a la persona más vulnerable para que le abra la puerta, y la condición de bien cambie para mal.
Después de que el enemigo logró que Adán y Eva salieran del paraíso, intervino entre sus hijos Caín y Abel. Al nacer la contienda y los celos, ocurrió la primera muerte y el primer asesinato de la historia de la humanidad, y lo peor es que aconteció entre hermanos. Los padres deben procurar la paz entre sus hijos, no tener favoritos, amarlos por igual y enseñarles a amarse y acompañarse siempre. Al destruir a la primera familia, seguramente el diablo se sintió muy satisfecho. Tú no seas débil, no te dejes seducir por el pecado porque pones en peligro tu casa.
El enemigo conoce la Biblia, sabe perfectamente qué hacer para traer desgracia a tu vida, por eso provoca división y caos entre cónyuges, entre padres e hijos, y hermanos, porque donde hay separación hay destrucción. Busca que en el corazón de los hijos haya contienda contra los padres, porque sabe que Dios ha prometido bendición en la familia, cuando el corazón de los hijos vuelva a sus padres y viceversa.
Él quiere que el Señor cumpla Su Palabra de maldecir a los hijos rebeldes, porque todos somos hijos, todos tenemos padres, y por eso utiliza armas poderosas como el orgullo, el individualismo, el egoísmo, la envidia, el rencor y la falta de perdón. Muchos problemas dentro de la familia no se arreglan porque la obra del diablo causa estorbo, y nos dejamos manipular por sus designios en lugar de obedecer los mandatos de nuestro Padre.
Este maligno sabe que si no superas tu enojo y te dejas dominar por la ira, le das la bienvenida, y al abrirle la puerta, él puede hacer en tu casa lo que le venga en gana. Convéncete, sus planes son contrarios a los de Dios, son de mal y no de bien. Nada bueno saldrá si te dejas dominar por el enojo y el dolor. Supera tus frustraciones, comunícate con tus seres queridos y Dios obrará en los corazones.
Tal vez no te das cuenta, pero el diablo puede entrar en tu casa a través de las palabras que usas y de tus actitudes, que además, ¡marcan la pauta y son pábulo para la conducta y vocabulario de toda tu familia! Tus hijos deben aprender de ti a no abrirle la puerta al enemigo. Así como les enseñas a no hablar con extraños, debes enseñarles a ser fuertes para resistir a quien desea dañarlos. Como líder y sacerdote de tu casa debes aprender a identificar a los más débiles y ayudarlos.
Y si tú eres el más débil, humildemente aprende a pedir ayuda. Por ejemplo, el caso de una mujer que se siente engañada por su esposo: “Ella piensa que es la otra mujer la que está arrebatándole a su esposo, pero ésta solo actúa como un instrumento del diablo, que es el que quiere destruir su casa; no debe buscar la contienda y la separación, al contrario, se debe tomar de la mano de Dios y obedecerlo, para que su verdadero enemigo no entre en su familia para matar, robar y destruir”.
El diablo no está jugando, la separación y el divorcio son victorias para él. El corazón duro y orgulloso de un hombre que no ama y honra a su mujer es un triunfo para el diablo, porque sabe que las oraciones de ese hombre no son escuchadas por Dios.
El diablo quiere seducir a tu esposa para que se aleje de ti, quiere ganar el corazón de tus hijos y el futuro de tus generaciones. No perpetúes su influencia, sino el amor y bendición de Dios. Supera el rencor, ya que solo el perdón y el arrepentimiento logran que él se aleje y el Señor entre en tu casa. No permitas que el pleito los divida, esos patrones se repiten, ¡rompe con esos lazos que el diablo usa para atar a tu familia!
Hijos, amen y respeten a sus padres, no seáis los más débiles para que la maldición llegue a vuestra vida y alcance a vuestra casa. ¡Cambiad, convertiros en los más fuertes, defended a vuestros seres queridos! Una familia es tan fuerte como el más débil de sus integrantes, así que todos necesitamos fortalecernos. La debilidad de Eva contaminó a su esposo y la debilidad de Caín destruyó a toda la familia.
Pídele al Señor que fortalezca los lazos que los unen, que les dé valentía para pedir perdón y para perdonar, para reforzar la comunión y restaurar lo que se ha debilitado. Está escrito que si resistimos, el diablo huirá, así que ofrécele lucha. Él es como león rugiente que espera el momento para atacar, pero también recuerda que Dios es tu pastor y te guía. No pierdas la fe, no te desanimes, el Señor es tu fortaleza.
El futuro de tus hijos será mucho mejor de lo que imaginas, pero depende de lo fuerte que sea tu relación con Dios. 
Dile: “Señor, te necesito, perdóname, he pecado, te he fallado a ti y a mi familia, me arrepiento, decido volver a Tus caminos, cierro la puerta que le abrí al diablo, decido ser una persona diferente, guardaré mi casa, mi vida y a mi familia, ayúdame, fortaléceme. Gracias, porque sé que tengo tu perdón y tu amor”.

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