María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos. – Juan 12:3.
Tres veces hallamos a María de Betania a los pies de Jesús.
En Lucas 10:39 se nos dice que María, “sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra”. En Juan 11, cuando su familia pasaba por un gran duelo porque su amado hermano Lázaro había fallecido, nuevamente encontramos a María a los pies del Señor. Llorando, le declaró su tristeza: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Cuando Él resucitó a su hermano de entre los muertos, ella no solo experimentó su compasión, sino que aprendió a conocerle como la resurrección y la vida.
Tres veces hallamos a María de Betania a los pies de Jesús.
En Lucas 10:39 se nos dice que María, “sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra”. En Juan 11, cuando su familia pasaba por un gran duelo porque su amado hermano Lázaro había fallecido, nuevamente encontramos a María a los pies del Señor. Llorando, le declaró su tristeza: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Cuando Él resucitó a su hermano de entre los muertos, ella no solo experimentó su compasión, sino que aprendió a conocerle como la resurrección y la vida.

Su único pensamiento era rendir su adoración, su aprecio y su homenaje al Señor. Ella lo hizo en honor a Aquel a quien había aprendido a conocer como el Hijo de Dios. ¡Cuánto debió agradar esta adoración a Aquel que había experimentado tanto odio y rechazo!
Hoy podemos traerle la alabanza de nuestros corazones salvados, aunque estamos rodeados de un mundo que sigue rechazándolo.
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