lunes, 4 de mayo de 2015

A los pies del Señor

María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos. – Juan 12:3.
Tres veces hallamos a María de Betania a los pies de Jesús.
En Lucas 10:39 se nos dice que María, “sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra”. En Juan 11, cuando su familia pasaba por un gran duelo porque su amado hermano Lázaro había fallecido, nuevamente encontramos a María a los pies del Señor. Llorando, le declaró su tristeza: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Cuando Él resucitó a su hermano de entre los muertos, ella no solo experimentó su compasión, sino que aprendió a conocerle como la resurrección y la vida.
El versículo del encabezamiento nos relata cómo ella quiso manifestar su aprecio al Señor. Sentía cómo el odio de la gente aumentaba contra aquel que era todo para ella. Seguramente sabía que Él había hablado con los discípulos varias veces de su muerte en Jerusalén, pero no sabía cuánto tiempo le quedaba para mostrarle el valor que Él representaba para su corazón. Por eso aprovechó la oportunidad que se le presentaba, para ungir los pies del Señor con un perfume de gran precio.
Su único pensamiento era rendir su adoración, su aprecio y su homenaje al Señor. Ella lo hizo en honor a Aquel a quien había aprendido a conocer como el Hijo de Dios. ¡Cuánto debió agradar esta adoración a Aquel que había experimentado tanto odio y rechazo!
Hoy podemos traerle la alabanza de nuestros corazones salvados, aunque estamos rodeados de un mundo que sigue rechazándolo.

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