Nos hacemos llamar cristianos, hijos de Dios y seguidores de Jesucristo, pero con nuestro comportamiento podemos ser piedra de tropiezo para los demás. A pesar de las experiencias sobrenaturales con Dios y recibiendo de su poder y su gloria, aún hay actitudes que demuestran que debemos seguir siendo trasformados.
El apóstol Pablo notó esto en Pedro, pues ya conociendo de Dios y por todo lo que habían pasado, repetía comportamientos de su vida pasada. Pedro a veces, dejaba de compartir y se apartaba de los gentiles por temor al qué dirán, y ser rechazado por la sociedad en ese tiempo; y lo peor es que muchos judíos siguieron el ejemplo de Pedro, y en vez de reprenderle se convirtieron en hipócritas.
Antes que llegaran algunos de parte de Jacobo, Pedro solía comer con los gentiles. Pero cuando aquéllos llegaron, comenzó a retraerse y a separarse de los gentiles por temor a los partidarios de la circuncisión. Entonces los demás judíos se unieron a Pedro en su hipocresía, y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar por esa conducta hipócrita. Gálatas 2:12-13 (NVI).
Esta situación no está muy apartada de nuestra realidad, ya que le compartimos la palabra a los perdidos pero no queremos acercarnos a ellos porque son pecadores; y por el temor a las malas lenguas, los excluimos dentro y fuera de la iglesia. Pero si somos hijos de Dios, ¿por qué nos comportamos como el resto de la gente del mundo?,... y de paso queremos que entreguen su vida al Señor dándoles un mal ejemplo con nuestras malas actitudes. Si tú, que eres judío, vives como si no lo fueras, ¿por qué obligas a los gentiles a practicar el judaísmo? Verso 14.
Si nos costó tanto dejar el pasado, si nuestros errores y todas esas cosas las hicimos desaparecer de nuestra vida, y Dios nos ayudó a destruirlas, ¿por qué las volvemos a construir?, ¿por qué volver a nuestras viejas actitudes, y comportarnos como si no hubiéramos conocido de Dios? Esto nos hace igual de pecadores que los que están en el mundo. Si uno vuelve a edificar lo que antes había destruido, se hace transgresor. Verso 18.
Analicemos si verdaderamente reflejamos que Cristo vive en nosotros.
He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. Verso 20.
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