Los médicos que conozco son inteligentes, diligentes y compasivos. En muchas ocasiones, han aliviado mi sufrimiento, y doy gracias por su capacidad para diagnosticar enfermedades, prescribir medicamentos, soldar huesos fracturados y suturar heridas. Sin embargo, esto no significa que tenga más fe en los médicos que en Dios.
Por razones que solo el Señor sabe, designó a los seres humanos como sus colaboradores en la obra de cuidar la creación (Génesis 2:15), y los médicos están entre ellos. Estudian cómo diseñó Dios el cuerpo y utilizan su conocimiento para ayudar a recuperar la salud. No obstante, la única razón por la que pueden hacerlo es porque el Señor también nos creó con la capacidad de ser sanados naturalmente. Es decir, los cirujanos no lograrían nada si las incisiones no cicatrizaran por sí mismas.
Por eso, entendamos que los científicos no son quienes sanan sino Dios. Los médicos simplemente, cooperan con el propósito y diseño originales del Creador.
Demos gracias a los científicos y los médicos, pero alabemos y agradezcamos al Señor que creó el orden en el universo y nos dio mentes para poder descubrir cómo funciona. Por lo tanto, tengamos el convencimiento de que toda sanidad es divina, ya que nada ocurre sin su intervención.
Padre Dios, Tú eres el gran Médico. Sana mi mente, cuerpo y espíritu.
Cuando pienses en todo lo bueno, da gracias a Dios.
Por eso, entendamos que los científicos no son quienes sanan sino Dios. Los médicos simplemente, cooperan con el propósito y diseño originales del Creador.
Demos gracias a los científicos y los médicos, pero alabemos y agradezcamos al Señor que creó el orden en el universo y nos dio mentes para poder descubrir cómo funciona. Por lo tanto, tengamos el convencimiento de que toda sanidad es divina, ya que nada ocurre sin su intervención.
Padre Dios, Tú eres el gran Médico. Sana mi mente, cuerpo y espíritu.
Cuando pienses en todo lo bueno, da gracias a Dios.
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