“Sí, ustedes son nuestro orgullo y alegría.” 1 Tesalonisenses 2.20
Decir que orgullo y alegría son sentimientos enfrentados constituye una posible equivocación.
A primera vista, leyendo este pasaje como una sola frase, cosa que nunca se debe hacer con la Biblia, uno puede pensar que Pablo estaba hablando en forma genérica de Dios, pero no es así. Él está hablándole a la iglesia de Tesalónica, llamándoles su “orgullo y alegría”. Esta frase es una que se espera hacia Dios, ¿pero hacia una persona o un grupo de personas?
A primera vista, leyendo este pasaje como una sola frase, cosa que nunca se debe hacer con la Biblia, uno puede pensar que Pablo estaba hablando en forma genérica de Dios, pero no es así. Él está hablándole a la iglesia de Tesalónica, llamándoles su “orgullo y alegría”. Esta frase es una que se espera hacia Dios, ¿pero hacia una persona o un grupo de personas?
Esto habla significativamente, de la manera en que Pablo veía a los que le rodeaban.
¿Cómo ves tú a los que te rodean?
Es normal que hoy en día veamos a los que nos rodean como nuestro enemigo. Ver como normal que tengamos que pelear constantemente, por el lugar que nos merecemos en la humanidad. Siempre estamos unos contra los otros, peleando y buscando una posición. Sintiendo que nadie cuidará de nosotros, tenemos que hacerlo nosotros mismos, y así construimos paredes alrededor de nuestros corazones temerosos. Esto nos deja separados de aquellos, enojados hacia los que nos rodean.
Eso sí, los mantenemos lo necesariamente cerca para no estar en un total aislamiento físico, pero también lo suficientemente lejos para sentirnos seguros.
Si así lo ves, los demás no podrán llegar a ser tu orgullo y alegría, ni siquiera tu cónyuge o tus hijos.
Pero Jesús une la distancia que hay entre todos, protegiéndonos y representándonos ante Dios y los demás. Estamos dispuestos a ver a los demás como familia y amigos que podemos amar? Deja de pelear contra aquellos que deberías estar amando y que están destinados a ser tu orgullo y alegría. Encuentra seguridad en Dios y en quien Él dice que eres, y luego experimenta ese orgullo y alegría familiar. Forma una familia incondicional, llena de gracia, hiriente pero sanadora.
Dale hoy un vistazo a tus relaciones. ¿Ves más enemigos que amigos? ¿Son aún tus amigos,... enemigos? Ten en cuenta que las personas que te rodean pueden no ser el problema. Tu corazón sí puede serlo. No porque seas una mala persona, pero sí porque has sido herido en el pasado, en tus relaciones con los demás. Pero si has sido herido en tus relaciones, debes ser sanado en las mismas, lo que incluye tu relación con un Dios amoroso.
¿Cómo ves tú a los que te rodean?
Es normal que hoy en día veamos a los que nos rodean como nuestro enemigo. Ver como normal que tengamos que pelear constantemente, por el lugar que nos merecemos en la humanidad. Siempre estamos unos contra los otros, peleando y buscando una posición. Sintiendo que nadie cuidará de nosotros, tenemos que hacerlo nosotros mismos, y así construimos paredes alrededor de nuestros corazones temerosos. Esto nos deja separados de aquellos, enojados hacia los que nos rodean.
Eso sí, los mantenemos lo necesariamente cerca para no estar en un total aislamiento físico, pero también lo suficientemente lejos para sentirnos seguros.
Si así lo ves, los demás no podrán llegar a ser tu orgullo y alegría, ni siquiera tu cónyuge o tus hijos.
Pero Jesús une la distancia que hay entre todos, protegiéndonos y representándonos ante Dios y los demás. Estamos dispuestos a ver a los demás como familia y amigos que podemos amar? Deja de pelear contra aquellos que deberías estar amando y que están destinados a ser tu orgullo y alegría. Encuentra seguridad en Dios y en quien Él dice que eres, y luego experimenta ese orgullo y alegría familiar. Forma una familia incondicional, llena de gracia, hiriente pero sanadora.
Dale hoy un vistazo a tus relaciones. ¿Ves más enemigos que amigos? ¿Son aún tus amigos,... enemigos? Ten en cuenta que las personas que te rodean pueden no ser el problema. Tu corazón sí puede serlo. No porque seas una mala persona, pero sí porque has sido herido en el pasado, en tus relaciones con los demás. Pero si has sido herido en tus relaciones, debes ser sanado en las mismas, lo que incluye tu relación con un Dios amoroso.
Primero, busca estabilidad en Él. Luego date otra oportunidad de amar a los demás. Encuentra tu orgullo y alegría fuera de ti. Es más satisfactorio de esta manera. Rompe la pared que has construido en tu Corazón.
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