domingo, 19 de abril de 2015

Una terca decisión

No hay nada que se pueda comparar a la grandeza del amor que Dios nos ofrece por medio de su Hijo Jesucristo. Después de haber experimentado ese amor es imposible querer apartarse de Su presencia.
Podremos lograr los sueños más anhelados, tener aquello por lo que una vez tanto nos esforzamos, estar rodeados de las personas que más amamos, sentir que llegamos al nivel más alto del éxito y la satisfacción que conlleva,... todo; sin embargo, nada de esto nos puede dar la plenitud y el gozo que solamente en Cristo Jesús se puede vivir.
decision terca
Si Dios nos ha permitido comprender, aunque sea solo un poquito, cuán inexplicable es la misericordia que nos da después de tantas faltas que contra Él hemos cometido, sería absurdo anhelar estar en un lugar distinto a su presencia, o querer estar con alguien, antes que con Él, que nunca podrá ofrecernos lo que Él nos da, por su inagotable amor y bendita fidelidad.
Roguemos a Dios para que jamás permita que nos apartemos de su gloria, para que cada día nos conceda su favor, para aferrarnos más y más a Él, para que nos regale la dicha de ser guiados e instruidos por su divino consejo, y para que sus mandatos sean grabados por su Santo Espíritu, en lo más profundo de nuestro corazón. Para los que vivimos por fe, sabemos que sin Cristo nuestra vida carece de sentido y nada valdría la pena si llegáramos a apartarnos de Él.
Sería una terca decisión pretender reemplazar lo que Dios nos ha regalado, por aquello que nada vale, por los deleites de este mundo, o por las pasiones desenfrenadas de nuestra carne. Dios nos guarde y nos favorezca con su sabiduría para resistir a la tentación, y nos dé el carácter y la firmeza para apartarnos del mal. Con nuestras fuerzas es imposible lograrlo, necesitamos a Cristo, a su Santo Espíritu; por lo tanto, debemos reafirmarnos cada vez más, en su divina palabra, y esperar que su gracia nos alcance, y que dichos propósitos puedan cumplirse a cabalidad.
Nuestra responsabilidad implica la búsqueda constante del rostro de Dios, y la única forma de hallarlo es en la Biblia donde se encuentra revelado su Hijo Amado, Jesucristo, el Salvador; de quien debemos depender, a quien debemos seguir e imitar todos los días de nuestra existencia hasta el día en que Él regrese por su iglesia.
Que el Señor nos conceda el deseo y, por supuesto, el poder para permanecer en su Palabra y nos permita obedecer sus mandatos, cumplir con cada uno de sus designios, y mantenernos firmes en la esperanza de ver su gloria por toda la eternidad.
Jesús dijo: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el que la cuida. Él corta todas mis ramas que no dan fruto. Poda y limpia cada rama que da fruto para que así produzca más. Mi mensaje ya los ha limpiado a ustedes. Permanezcan en mí y Yo permaneceré en ustedes. Ninguna rama puede dar fruto si está sola, sino que tiene que estar unida a la vid. Igual sucede con ustedes, no pueden dar fruto si no se quedan en mí. Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí, y Yo en él, producirá mucho fruto, pues separados de mí, ustedes no pueden hacer nada. Pero el que no permanece en mí, será desechado como una rama inútil que se seca. Después se recogerán las ramas secas, se echarán al fuego y se quemarán”. Juan 15:1-6 (Palabra de Dios para Todos).

¡Señor Jesús, enraízanos cada día más en ti!

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