jueves, 9 de abril de 2015

No perecerás

Cuentan que en cierta ocasión en un muelle, un hombre de contextura muy grande y fornida cayó al agua. Todo "el mundo" estaba mirando a ver si alguien se decidía a lanzarse para salvarle la vida.
Un marinero que pasaba por allí, se dispuso para echarse al agua, pero no se decidía y esperaba,... esperaba, hasta que el pobre naufrago perdió casi todas las fuerzas; entonces, cuando estaba a punto de perecer, el marinero se echó al agua y lo salvó. Poco después, alguien le preguntó por qué había actuado de esa manera, esperando que el hombre estuviese casi ahogado para salvarle; a lo que él contestó que lo hizo para que así le fuera más fácil manejarlo y poderlo salvar.
Lo mismo sucede con muchos de nosotros, que solamente cuando estamos a punto de perecer es cuando Dios puede intervenir a nuestro favor. Mucha gente se encuentra enfrentando problemas físicos, financieros, familiares, laborales o luchando contra vicios, y siguen batallando por salvarse a sí mismos, continúan pataleando y haciendo todo lo que está a su alcance; pero mientras no se rindan a Dios y permitan que Él los rescate, seguirán en el agua peleando por sus vidas hasta que sus fuerzas se terminen y acaben por ahogarse.
Posiblemente te equivocaste, te alejaste de Dios y ahora estás en medio del mar tratando de salvar tu vida. No importa los esfuerzos que hagas ni cuán fuerte creas que eres,  pues si Dios no interviene perecerás.
Dios no ha dejado de escuchar tus oraciones ni disfruta verte solo y luchando por tu vida desesperadamente, pero necesita que rindas tus fuerzas y le permitas obrar. Él no va a permitir que te ahogues, no quiere que perezcas, solamente está esperando que le des la oportunidad de salvarte.
Recuerda que no importa cuánto hagas o cuánto aportes a la caridad, no son tus obras ni tu talento, fortaleza o inteligencia lo que te salvarán; solamente la gracia de Dios puede socorrerte.
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Hebreos 4:16 (RVR1960)
No interesa cuánto te equivocaste, ni cuál fue tu pecado o el tiempo que llevas luchando, pues mientras no te arrepientas y reconozcas que sólo Dios puede ayudarte, nunca te salvarás. Pero Él te está esperado con los brazos abiertos.

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