Todo aquello que Dios no nos da sino que lo obtenemos a nuestra manera o por cualquier otro medio, acaba por desvanecerse, derrumbarse y desaparecer; mucho más si hemos abandonado nuestra confianza en Dios y la hemos depositado en nuestra capacidad, talento, habilidad, o en un ser humano.
Confiar en la gente es necesario, está bien, pero el gran error es quitar nuestra confianza de Dios y depositarla en un ser humano.
¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos; y su esperanza ponen en carros, porque son muchos, y en jinetes, porque son valientes; y no miran al Santo de Israel, ni buscan a Jehová! Y los egipcios hombres son, y no Dios; y sus caballos carne, y no espíritu; de manera que al extender Jehová su mano, caerá el ayudador y caerá el ayudado, y todos ellos desfallecerán a una. Isaías 31:1,3
Muchas veces son las que, al vernos en encrucijadas y problemas a los que no sabemos cómo darle solución, por limitaciones o dificultades diversas, en vez de correr a Dios, depositar nuestra confianza en Él y rendirnos a sus pies, buscamos con nuestra propia fuerza salir adelante, o apoyarnos en la gente con recursos materiales, y lo que es peor, pisoteamos la confianza que teníamos en Dios. Y digo yo, ¿cuántas veces te ha fallado Dios, dado la espalda o abandonado? Por el contrario, ¿cuántas veces la gente te ha prometido cosas y te dejaron plantado, esperando?, ¿cuántas personas defraudaron la confianza que depositaste en ellos y aun así sigues esperanzado en ellos?
Debes poner tu esperanza, tu confianza en Dios porque nunca, jamás te defraudará.
El favor de un ser humano no es comparable al favor divino. Una cosa es que Dios mueva el corazón de la gente para ayudarte o para intervenir en tu vida, y otra es que tú mendigues favores a la gente y de esa manera dejes de confiar en Dios. Dios conoce tu situación y está determinado a ponerse a tu favor, si aprendes a confiar en Él.
El pueblo de Israel en vez de refugiarse en Dios corrió en busca del favor de los egipcios. En vez de mirar la grandeza de Dios miraron las pequeñeces de los hombres como algo supremo, por lo cual Dios les dijo: Los hombres son hombres y no Dios.
¿Será más grande el favor de un hombre que el favor de Dios? ¿Tendrá más riquezas el hombre que el Dios Todopoderoso que es el dueño del oro y de la plata? Confía, espera, descansa y apóyate en Dios, no en los hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario