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Como es natural, hablar acerca de los padres incluye a la
madre y al padre. Es cierto, sin embargo, que el énfasis recae más sobre el
padre, porque él es responsable de en lo que se convertirán sus hijos.
Es una responsabilidad muy seria, ¿cierto? La madre podrá hacer cumplir una
política, pero es trabajo del padre asegurarse de que sus hijos
sean educados como es debido. Si hay algo que deshonra u honra de verdad al espíritu del
cristianismo es la actitud que adoptan muchos padres: “Yo soy el responsable de
ganarme el sueldo, y la labor de ella es criar a los hijos”.
¡No es así en la
Palabra de Dios! En la Biblia, la responsabilidad definitiva de en lo
que se convierte el hogar es del padre, por lo que esta palabra está dirigida a ellos.
Es así como el padre accede a sus hijos, evitando aquellas
cosas que hacen que los hijos se rebelen. “No provoquéis a ira a vuestros
hijos”. La palabra que se usa aquí, "ira", significa “la ira que da como resultado la
rebelión”. “Padres, no provoquéis a vuestros hijos de manera que pierdan
totalmente el control y se pongan decididamente en contra de la autoridad”.
Hay dos cosas que provocan la rebelión en los hijos: la indulgencia y la
dureza. Estas dos cosas son el aspecto negativo de las dos cosas que debe hacer el padre: “Criadlos en disciplina y amonestación del
Señor”. Las dos cosas contrarias a estas son la indulgencia y la dureza.
La falta de disciplina hará que el niño se sienta inseguro, desgraciado y que
se vuelva egoísta. Lo que se llama “un niño consentido”, es decir,
aquel hijo que se cría intentando salirse siempre con la suya en todo y que
se convierte en tirano, sin importarle, para nada, los sentimientos de los
demás. Esto es consecuencia de la indulgencia por parte de los padres, que
permiten que sus hijos tomen decisiones que ningún niño está capacitado para
tomar. Es preciso que los padres aprendan que son ellos los que deben tomar
las decisiones por sus hijos durante bastantes años de sus vidas, enseñándoles
gradualmente a tomar decisiones, solo cuando estén capacitados para hacerlo. Durante
los primeros años de la infancia, los padres tienen que tomar prácticamente todas
las decisiones. Una de las cosas más trágicas en la vida
actual, es el grado de permisividad que muchos padres conceden a sus hijos para que tomen
decisiones que son incapaces de tomar.
El otro extremo que hace que un hijo se rebele, es la dureza, la imposición de
una disciplina rigurosa y exigente que no va nunca acompañada del amor o de la
comprensión. La disciplina rígida, estilo militar, es la que dice: “Haz esto o
lo otro”, algo que hará que el hijo inevitablemente, se rebele
al llegar a la adolescencia.
Contrariamente a esto, el apóstol habla de dos cosas: la disciplina y la
amonestación (la exhortación) en el Señor. La palabra para disciplina significa
“poner en mente” al Señor, que es instruir y hacer que el hijo siempre tenga en
cuenta al Señor. Al ir creciendo el niño, la disciplina física debe ser
reemplazada por la exhortación, por la comprensión, ayudándolo a comprender
cuáles son los motivos de las restricciones, y mostrando siempre interés y amor.
Esto no significa el rebajar totalmente los límites, sino que se refiere a una
manera diferente de hacer que se cumplan.
Padre, te doy gracias porque Tú puedes cambiar las equivocaciones que he
cometido como padre, en oportunidades para el progreso de las vidas de mis hijos,
así como en mi propia vida.
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