martes, 31 de marzo de 2015

El Hijo de Dios

El Hijo de Dios¡Él es Jesús!, dijo mi madre, apuntando con su mano a la cruz. ¿Quién es Jesús?, le pregunté, y ella respondió: “El Hijo de Dios”. Estuve curioso de conocerle, aunque pensé que no se le veía muy feliz para ser el Hijo de Dios, pues estaba clavado en la Cruz. Sin embargo, ella dijo que Jesús me quería conocer, y que si yo era un buen niño tendría que ir a la escuela dominical. Me sentí emocionado y deseé conocer al Hijo de Dios,... pero esas no eran las intenciones de mi maestra, quien puso un velo en mi deseo. Ella solía decir que el Hijo de Dios aún sufría en la Cruz, y que cada vez que me portaba mal Jesús sangraba. Y concluía diciéndome: !Por tu culpa ! !Por tu culpa! !Por tu gran culpa!
A partir de ese entonces, cada vez que le veía clavado en ese madero sentía una enorme impotencia; yo no quería que sufriera por mi culpa. Realmente me esforcé por no herirlo, y cada vez que hacia una travesura o tenía malos pensamientos sentía su dolor. ¿Qué gran pecado puede tener un niño?,... si de ellos es el Reino de los Cielos. Sin embargo yo no lo sabía. Con gran dolor en el corazón, me despedí de Jesucristo creyendo que algún día le ayudaría a bajar de la Cruz. Puse una barrera con Él y su Padre, resignándome a no estar en ese lugar hasta después de la muerte. Antes, el infierno del cual hablaba mi maestra.
Crecí y me hice vasallo del rey alcohol, quien me enseñó a adormecer la conciencia. Juntos quebrantamos la ley que me enseñaron de niño. Saqueamos lugares y él me recompensaba con vanidades. Tanto adormecí mi conciencia, que dejé de sentir, fui cauterizado y esclavizado. Pero me di cuenta que la maestra mintió, no tuve que esperar a morir para llegar al infierno. Me convertí en un muerto en vida, anhelando que acabara mi agonía. Pero algo de lo que me quedaba en mi corazón decía que no era tiempo de rendirme. Fue entonces, cuando conocí al verdadero Hijo de Dios. Jesucristo quitó el velo de mi alma, me liberó, protegió y sanó mis heridas. Fue cuando entendí que Él ya no está clavado en la Cruz. Él está vivo, y ya no sufre más por mis pecados.
Jesucristo derramó su sangre solo una vez y para siempre por la gran culpa de todo el mundo, y así, darle salvación a todo el que busque su nombre. La gran culpa de todas las almas fue enterrada hace más de 2000 años, para que por los méritos del Hijo de DIOS toda persona encuentre libertad y vida eterna.

“Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos.”

Hebreos 9:28 Reina-Valera 1960 (RVR1960).

 “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”

Isaías 53:4-5 Reina-Valera 1960 (RVR1960).

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