lunes, 2 de marzo de 2015

Llenando el cántaro

Un hombre envió a su joven hijo a llenar un cántaro al río, y le dijo que volviera lo antes posible. El joven obedeció y fue hacia el río mientras su padre le observaba de lejos.
Entonces, éste vio a su hijo poniendo el cántaro debajo de una cascada, y la fuerza del agua fue tal y la cantidad tan grande, que el líquido no logró entrar al recipiente pues su cuello era demasiado delgado. Cuando el hijo llegó con el cántaro, le mostró cómo el cuello del mismo había sido roto por el fuerte y constante golpeteo del agua. Además, este hecho provocó que la poca agua recogida llegará turbia y sucia. El padre preguntó entonces:
- ¿Por qué no sumergiste el cántaro en el río? ¿No veías que el agua de la cascada era demasiada para el cuello del cántaro?”. El hijo contesto:
“Sí, pero es que quería llenarlo lo más rápido posible”.
Muchas veces en nuestras vidas tratamos de ”llenarnos” a la carrera, según nuestro tiempo, en un mundo acelerado y convulsionado. Pero Dios conoce nuestra capacidad, y sabe que si hacemos las cosas como nosotros queremos podemos hacernos daño, que no estamos capacitados para hacerlo en ese momento; por eso logramos las cosas a medias, y el agua que conseguimos no es pura ni cristalina, sino turbia.
Queremos tener todo ”ya”, y en el proceso, muchas veces nos lastimamos por no dejar que Dios nos sumerja poco a poco, en la corriente calmada del río. 
Pero Dios conoce tu capacidad. No quieras hacer las cosas en tu momento, pues Dios desea llenar tu cántaro hasta el tope, pero en SU momento y según TU capacidad.

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