martes, 3 de febrero de 2015

Yo soy católico, ¿por qué debo considerar convertirme en cristiano?

Solemos escuchar, “Yo no soy cristiano, soy católico”. Para muchos católicos, el término “cristiano” y “protestante” son sinónimos. Con lo expuesto a continuación, el intento es que los católicos estudien lo que dice la Biblia acerca de ser un cristiano, y quizás consideren que la fe católica no es la mejor representación de lo que describe la Biblia. 

Vamos a ver: La diferencia clave entre católicos y cristianos es el concepto real que se tiene de la Biblia. Los católicos ven la autoridad de la Biblia a un nivel similar de la autoridad de la Iglesia y la tradición. Sin embargo, los cristianos ven la Biblia como la suprema autoridad para la fe y la práctica cristiana. La cuestión es, ¿cómo se presenta la Biblia a sí misma? 2 Timoteo 3:16-17 nos dice, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” La Escritura, por sí misma, es suficiente para que el cristiano sea completamente preparado para toda buena obra. Este texto nos dice que la Escritura no es “solo el principio”, o “solo las bases”, o el “cimiento para una tradición eclesiástica más completa”. Además de ello, la Escritura es perfecta y totalmente suficiente para todo en la vida cristiana. La Escritura puede enseñarnos, reprendernos, corregirnos, entrenarnos, y equiparnos. Los cristianos bíblicos no niegan el valor de las tradiciones de la iglesia. Más bien, sostienen que para que una tradición de la iglesia sea válida, debe estar basada en una clara enseñanza de la Escritura, así como estar en concordancia con la misma. Amigo católico, estudia la Palabra de Dios por ti mismo. En ella encontrarás la descripción y la intención de Dios para Su iglesia. 2 Timoteo 2:15 dice, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.”

Una segunda diferencia clave entre católicos y “cristianos bíblicos” es el entendimiento de la manera en que podemos aproximarnos a Dios. Los católicos tienden a aproximarse a Dios a través de intermediarios, tales como María o los santos. Los cristianos se aproximan a Dios directamente, ofreciendo oraciones a nadie más que a Dios mismo. La Biblia proclama que nosotros podemos aproximarnos al trono de Gracia de Dios confiadamente (Hebreos 4:16). La Biblia pone totalmente en claro, que Dios desea que le oremos a Él, que tengamos comunicación con Él, que le pidamos a Él las cosas que necesitamos (Filipenses 4:6Mateo 7:7-81 Juan 5:14-15). Dice que no hay necesidad de mediadores o intermediarios, porque Cristo es nuestro único y solo mediador (1 Timoteo 2:5), y tanto Cristo como el Espíritu Santo, están ya intercediendo a nuestro favor (Romanos 8:26-27Hebreos 7:25). Amigo católico, Dios te ama íntimamente y ha dispuesto una puerta abierta para una comunicación directa a través de Jesucristo.
Pero la diferencia más crucial entre católicos y “cristianos bíblicos” está en el tema de la salvación. Los católicos ven la salvación casi enteramente como un proceso, mientras que los cristianos ven la salvación de dos formas; como un estado y un proceso. Los primeros se ven a sí mismos como “siendo salvados”, mientras que los cristianos se ven a sí mismos como “habiendo sido salvados”.1 Corintios 1:2 nos dice, “... a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos...” Las palabras “santificados” y “santos” tienen la misma raíz griega. Este verso establece ambas cosas, que los cristianos son santificados y llamados a ser santos. La Biblia presenta la salvación como un regalo que es recibido en el momento en que una persona pone su fe en Jesucristo como su Salvador (Juan 3:16). Cuando una persona recibe a Cristo como Salvador, él/ella es justificado/a (declarada justa – Romanos 5:9), redimida (rescatada de la esclavitud del pecado –1 Pedro 1:18), reconciliada, (logrando la paz con Dios –Romanos 5:1), santificada (puesta aparte para los propósitos de Dios –1 Corintios 6:11), y renacida como una nueva creación (1 Pedro 1:232 Corintios 5:17). Todas, y cada una de estas características, son hechos consumados que son recibidos en el momento de la salvación. Los cristianos son entonces, llamados a vivir y practicar (llamados a ser santos) lo que ya es una realidad, posicionalmente (santificados).
Mientras, el punto de vista católico es que la salvación se recibe por fe, pero ésta debe ser “mantenida” por buenas obras y participación en los Sacramentos. Entre tanto, los cristianos bíblicos no niegan la importancia de las buenas obras o que Cristo nos llama a observar las ordenanzas en memoria de Él y en obediencia a Él. Pero la diferencia es que el punto de vista cristiano es que estas cosas son el resultado de la salvación, y no un requerimiento para la misma o un medio para mantenerla. La salvación es una obra completa, comprada por el sacrificio expiatorio de Jesucristo (1 Juan 2:2). Como resultado, todos nuestros pecados son perdonados y se nos promete la vida eterna en el cielo, al momento en que recibimos el regalo que Dios nos ofrece – la salvación a través de Jesucristo (Juan 3:16).

Amigo católico, ¿deseas esta “salvación tan grande”? (Hebreos 2:6) Si es así, todo lo que debes hacer es recibirla (Juan 1:12) a través de la fe (Romanos 5:1). Dios nos ama y nos ofrece la salvación como un regalo (Juan 3:16). Si recibimos Su gracia por la fe, tenemos la salvación a nuestra entera disposición (Efesios 2:8-9). Una vez salvados, nada podrá separarnos de Su amor (Romanos 8:38-39). Nada puede arrebatarnos de Su mano (Juan 10:28-29). Si deseas esta salvación, si deseas obtener el perdón de todos tus pecados, si deseas tener la seguridad de tu salvación, si deseas tener acceso directo al Dios que te ama, recíbela y es tuya. Esta es la salvación por la que Jesús murió para concedérnosla y la que Dios ofrece como un regalo.
Si has recibido a Jesucristo como tu Salvador por fe, ¡Bienvenido a la familia de Dios! ¡Bienvenido amigo católico, a la vida cristiana!


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