domingo, 8 de febrero de 2015

¡Libérate!

Frecuentemente hablamos sobre el perdón, y mientras, cuando alguien nos lastima, engaña o trata mal a alguno de los nuestros, llenamos nuestra vida de rencor sin pensar en las consecuencias.
La gente suele decir “no siento haberlo perdonado(a)”, cuando en realidad el perdón no es un sentimiento, no es algo que venga por emoción, sino por obediencia. Dios no habla de perdonar cuando uno sienta hacerlo, sino que debe hacerlo como un acto de voluntad y obediencia. Es una decisión. Mateo 6:14 “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial”.
Mientras no perdones, seguirás dándole a la persona que te dañó, el poder y la libertad de seguir lastimándote incluso después de lo sucedido. Cuando no perdonas, la ofensa no solo se alberga en tu mente sino también en tu corazón, y esto termina lastimándote aún más.
Pero para el hombre es inevitable recordar; no es como Dios que olvida nuestros pecados. Cuando decides perdonar, los recuerdos ya no duelen, no existe nada anterior que te lastime. No solo liberas a la otra persona de tu mente y de tu vida, sino que tú también te liberas de no seguir sufriendo por la amargura o el rencor.
Recuerda que en esta vida siempre seremos lastimados, pero tenemos que aprender a perdonar si queremos madurar. Que sean parte de tu vida solo las vivencias, y borrados los rencores y el dolor que sentiste.
“Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.” Marcos 11:25
Obedece a tu padre y perdona. Hazlo también por ti…

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