“…Dios… se deleita en la misericordia” (Miqueas 7:18)
A la entrada de un convento había un cartel que decía: “Totalmente prohibido pasar. Los trasgresores serán sancionados con penas máximas. Firmado: Las Hermanas de la Misericordia”.
Menos mal que Dios no es así. Y esto no está más claro en ningún otro lugar de la Biblia que en el libro de Oseas. Allí, el Señor nos dejó el modelo de su misericordia en relación al reincidente pueblo de Israel, al hacer que el profeta Oseas se casara con una joven llamada Gomer (Oseas 1:3). Después de tener tres hijos con él, Gomer abandonó a su familia para vivir con otro hombre. Para empeorar aun más las cosas, cuando ella estaba trabajando como prostituta, Dios le dijo a Oseas: “Ve y ama a una mujer amada de su compañero y adúltera; así ama el Señor a los hijos de Israel, aunque ellos se vuelven a dioses ajenos…” (Oseas 3:1). Aunque Gomer le había avergonzado públicamente, él la aceptó de nuevo. En vez de ignorarla o castigarla, le demostró misericordia y compasión.
Cuando Jesús amó a un convicto y le ayudó, le vio como un niño errante a quien su padre amaba, entristeciéndose porque estaba actuando mal. Le vio como Dios lo diseñó al principio. Jesús era capaz de amar a los hombres porque les amó a pesar de sus muchas “capas de suciedad”. Sin embargo, mostrar misericordia a aquéllos que nos han herido va a menudo en contra de nuestra naturaleza. Queremos que sean castigados y que se haga justicia. “Pero el Dios de toda gracia…” (1 Pedro 5:10) no opera así. La Biblia dice que “…se deleita en la misericordia” (Miqueas 7:18). Y menos mal que Él actúa con nosotros de la misma manera, ¿verdad?
Menos mal que Dios no es así. Y esto no está más claro en ningún otro lugar de la Biblia que en el libro de Oseas. Allí, el Señor nos dejó el modelo de su misericordia en relación al reincidente pueblo de Israel, al hacer que el profeta Oseas se casara con una joven llamada Gomer (Oseas 1:3). Después de tener tres hijos con él, Gomer abandonó a su familia para vivir con otro hombre. Para empeorar aun más las cosas, cuando ella estaba trabajando como prostituta, Dios le dijo a Oseas: “Ve y ama a una mujer amada de su compañero y adúltera; así ama el Señor a los hijos de Israel, aunque ellos se vuelven a dioses ajenos…” (Oseas 3:1). Aunque Gomer le había avergonzado públicamente, él la aceptó de nuevo. En vez de ignorarla o castigarla, le demostró misericordia y compasión.
Cuando Jesús amó a un convicto y le ayudó, le vio como un niño errante a quien su padre amaba, entristeciéndose porque estaba actuando mal. Le vio como Dios lo diseñó al principio. Jesús era capaz de amar a los hombres porque les amó a pesar de sus muchas “capas de suciedad”. Sin embargo, mostrar misericordia a aquéllos que nos han herido va a menudo en contra de nuestra naturaleza. Queremos que sean castigados y que se haga justicia. “Pero el Dios de toda gracia…” (1 Pedro 5:10) no opera así. La Biblia dice que “…se deleita en la misericordia” (Miqueas 7:18). Y menos mal que Él actúa con nosotros de la misma manera, ¿verdad?
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