Yo (Jesús) os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos… Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? Mateo 5:44-46
También los pecadores aman a los que los aman. Lucas 6:32
La enseñanza del Señor es muy profunda: Amar a los que me aman está bien, pero ¿qué mérito tiene? Un amor así, seguramente sincero, no prueba gran cosa, porque amando a los que amo, o a aquellos que se parecen a mí, lo que hago es como si me amara a mí mismo. O, por lo menos, no voy en contra de mis intereses.
Pero amar a sus enemigos, a sus perseguidores, orar a Dios para implorar su perdón por ellos, ¿quién pudo hacerlo, como lo hizo Jesucristo cuando vino al mundo?
El amor de Cristo lo condujo, no a defender su propia vida, sino todo lo contrario, a darla por nosotros, hombres perdidos. Así es el amor divino, la gracia que trae la salvación.
Consciente de que es amado de esa manera, de que es salvo por gracia, el cristiano es enseñado a imitar a su Maestro. Muchos cristianos perseguidos, pudieron amar verdaderamente a sus enemigos y orar para que fuesen salvos, para que aprendiesen a amar al Señor.
Seamos de los que no miran por sus intereses personales, sino que buscan los intereses del Señor, quien quiere que todos los hombres sean salvos.
“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15).
“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15).
“Esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:3-4).
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