miércoles, 25 de febrero de 2015

Intimidad con Él

El Señor nos invita a momentos de intensa y prolongada comunión con Él, indispensables para nuestro crecimiento espiritual.
Jesús descarta cualquier oración que tenga como objetivo impresionar, dirigida a los demás, dirigida hacia la persona de Dios o hacia uno mismo, como en el caso del fariseo en Lucas 18.11.
En dos cortas frases describe otra clase de oración, radicalmente diferente a esta, que es más sencilla y genuina. No obstante la sencillez de la misma, no disminuye la profundidad ni la intensidad de la experiencia que identifica.
Dice: Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público. Mateo 6;6
Jesús nos enseña que la experiencia de orar se refiere a algo más que repetir frases delante de Dios.
En primer lugar, vemos que Cristo animaba a buscar un lugar apartado del bullicio de la vida cotidiana. Esto no es porque resulte difícil orar en público, sino porque los que tenemos poca disciplina en la oración nos distraemos con mucha facilidad. Jesús mismo, según el testimonio de los evangelios, no teniendo acceso a un cuarto interior propio, con frecuencia se apartaba a lugares solitarios para orar (Lucas 5.16). La idea es que el entorno favorezca el momento de comunión con el Padre.
En segundo lugar, es interesante remarcar que Jesús no solamente indicó que debíamos entrar al cuarto interior, también debíamos cerrar la puerta. Si usted piensa en los momentos de su vida en los que entra a un cuarto y cierra la puerta, la lección que nos quiso enseñar quedará claramente expuesta. No solemos cerrar la puerta de una habitación, si tenemos la intención de salir de ella instantes más tarde. Más bien cerramos la puerta, cuando deseamos permanecer allí por un tiempo y no queremos que se nos interrumpa.
La acción de cerrar la puerta nos dice que la oración no puede ser realizada con prisa. Sin duda, podemos orar en cualquier momento usando frases cortas de adoración, gratitud y petición, del mismo modo que en un matrimonio podemos pronunciar palabras de cariño y amor a lo largo de todo el día. Estos pequeños regalos de tiempo, sin embargo, no suplen los momentos de intensa y prolongada comunión, indispensables para que la relación crezca.
Jesús también animaba a que buscáramos a Dios, que está en lo secreto. Esto no significa que Dios sea difícil de encontrar, pues Él se deleita en mostrase a los hombres. Más bien revela, que el crecer en intimidad con el Señor solo es concedido a aquellos que tienen un compromiso serio con Él. Me hallaréis cuando me busquéis de todo corazón, declara el profeta Jeremías (29.13). A aquellos que desean guardar sus mandamientos, viviendo una vida de santidad, Jesús promete y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él (Juan 14.21). De esta manera, el Maestro indicaba que la experiencia de oración se refiere a algo más que repetir frases delante de Dios.

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