Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. Hebreos 4:7
"Llamé a la puerta de san Pedro y no quiso abrirme. Insistí pero la puerta no se abrió". Un diario relataba estas palabras burlonas de un hombre que había salido ileso de su automóvil, después de haber caído setenta metros por un barranco. El periodista del diario, añadió con el mismo tono burlón: "Fue un regalo del cielo… Quizá fuera gracias a su buena estrella. Ahora está listo para disfrutar la vida".
Pero este hombre, ¿tendría en cuenta esta seria advertencia de Dios? ¿Dónde estaría ahora si no hubiese sido salvado milagrosamente? ¿Continuaría viviendo en la indiferencia hacia Dios?
Nuestra vida es tan frágil que puede ser interrumpida brutalmente. Por ello no debemos vivir a la ligera, pues no todo se acaba con la muerte del cuerpo. La Biblia nos recuerda que después de la muerte viene el juicio (Hebreos 9:27). “Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:10-12), de todo lo que haya hecho durante su vida en la tierra.
Nuestra vida es tan frágil que puede ser interrumpida brutalmente. Por ello no debemos vivir a la ligera, pues no todo se acaba con la muerte del cuerpo. La Biblia nos recuerda que después de la muerte viene el juicio (Hebreos 9:27). “Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:10-12), de todo lo que haya hecho durante su vida en la tierra.
El veredicto divino es inapelable: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Los que rechazan la salvación ofrecida gratuitamente serán “juzgados… según sus obras”. Sus nombres no se hallarán inscritos en el libro de la vida y por ello sufrirán la condenación eterna (Apocalipsis 20:12-15). ¡Tenga en cuenta las advertencias que Dios da!
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