Son muchas las cosas que merecen una debida atención.
En primer lugar, el bautismo en agua no hace que alguien llegue a ser un verdadero creyente. Las personas se bautizan en agua porque ya son genuinos creyentes, no para llegar a serlo. Si una persona no es creyente y se bautiza en agua, no pasa absolutamente nada en cuanto a su estado espiritual; esa persona sigue siendo incrédula. Una persona llega a ser una auténtica creyente cuando por la fe recibe al Señor Jesucristo como su único y personal Salvador, no cuando se bautiza en agua. De modo que, alguien podría ser bautizado en agua, pero eso no garantiza que esa persona sea genuinamente salva. La triste realidad es que muchas personas pasan por las aguas del bautismo sin ser creyentes auténticos. En este caso, el bautismo en agua no pasa de ser un simple remojón.
En segundo lugar, los genuinos creyentes pueden pasar por momentos de frialdad, de apatía espiritual, de un debilitamiento en su fe y en su comunión con el Señor, pero siempre salen del bache espiritual. Pedro el apóstol negó al Señor Jesucristo tres veces, pero se levantó y el Señor Jesús resucitado le dio la oportunidad de confesar su amor hacia Él por tres veces. Una de las muchas características de un verdadero creyente es su permanencia en Dios, a pesar de los momentáneos enfriamientos espirituales. Pero una de las muchas características de los falsos creyentes es la falta de permanencia. Esto es lo que dice el apóstol Juan hablando de los anticristos o falsos creyentes apóstatas. Ponga atención a lo que dice en 1 Juan 2:18-19. Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros. Los falsos creyentes, y los anticristos, salen de la comunidad de creyentes para no volver nunca más y se quedan fuera hasta que salen de este mundo para recibir su condenación eterna.
En tercer lugar, la salvación del hombre es por gracia por medio de la fe. Dice Efesios 2:8-9: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Por supuesto que el hombre necesita, ante todo, tomar la decisión de recibir al Señor Jesucristo como Salvador para ser salvo, pero para que esto sea posible, el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo tuvo que morir en el lugar del pecador, y una vez muerto, resucitó de entre los muertos al tercer día. Poco antes de entregar su espíritu en la cruz, el Señor Jesucristo dijo: Consumado es, dando a entender que la obra para salvar al pecador estaba terminada. Esta fue una obra de gracia por parte de Dios. Lo único que necesita hacer el hombre para beneficiarse de esta obra de la gracia de Dios, es depositar su fe en la persona del Señor Jesucristo, y cuando esto sucede, el hombre se apropia de la obra completa de Dios para salvar al pecador. Esto implica que una vez salvo, el hombre es para siempre salvo, porque está descansando no sobre su propios méritos, sino sobre la obra completa de Dios para salvar al pecador. Por eso en la Biblia aparecen textos como aquel en Juan 10:27-30 donde dice: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos. Cuando un pecador recibe por la fe al Señor Jesucristo como Salvador, llega a ser parte del rebaño del Señor Jesucristo. El pastor de este rebaño es el mismo Señor Jesucristo. Y como pastor del rebaño, el Señor Jesucristo tiene una relación tan íntima con sus ovejas que conoce a cada una de forma personal, y por eso las ovejas reconocen la voz del Señor Jesucristo y le siguen. Por su parte, el Señor Jesucristo, como pastor de las ovejas, les da vida eterna.
Muy interesante esta declaración del Señor Jesús. No dijo: Les di vida eterna, en tiempo pasado. Tampoco dijo: Les daré vida eterna, en tiempo futuro. No, dice: Les doy vida eterna, en tiempo presente. Cuando en el idioma, como en el que se escribió el Nuevo Testamento, se conjuga un verbo en tiempo presente, da la idea de que la acción está presente en cualquier instante del tiempo. Se dice que es un presente continuo. El Señor Jesús está diciendo que Él continuamente, da vida eterna a sus ovejas. No existe un solo instante en el tiempo, en el que el Señor Jesús no esté dando vida eterna a sus ovejas. La seguridad de salvación no depende de lo buena que es la persona, sino de lo perfecta que fue la obra del Señor Jesucristo en la cruz del Calvario. Si no se tiene claro este concepto, el creyente vivirá siempre con dudas en cuanto a la seguridad de su salvación. Este es el fundamento por lo que dijo el Señor Jesús cuando afirmó: Y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Por si esto no fuera suficiente, el Señor Jesús dijo que además de que sus ovejas están seguras en su mano, están seguras en la mano del Padre. ¿Puede haber alguien más poderoso que el Señor Jesucristo y que el Padre juntos, para poder arrebatar a un creyente de sus manos?
En cuarto lugar, ¿cómo puede ser que la Biblia hable de que los creyentes tienen vida eterna, si de alguna manera, esta vida se pudiera perder? Si la salvación se pudiera perder, la Biblia estaría mintiendo cuando habla de vida eterna. Pero todos sabemos que Dios no puede mentir y la Biblia, que es su palabra, no puede mentir. Juan 6:40: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Por todas estas consideraciones, amiga, amigo, es imposible que un auténtico creyente pueda perder su salvación. Para poner este concepto en palabras de la Biblia, ponga atención a lo que dice Romanos 8:35-39: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Así que, aplicando todo esto al caso de asumir que el creyente bautizado es un verdadero creyente, aunque por el momento está en una relación de frialdad con el Señor, sí tiene segura su salvación. Si le sobreviniera la muerte o la venida del Señor Jesucristo para llevar a su iglesia, en esas condiciones, iría al cielo. La salvación de un genuino creyente no depende de lo que ese genuino creyente haga o deje de hacer, sino de la obra perfecta y completa del Señor Jesús en la cruz del Calvario. Lo que haga o deje de hacer tendrá sus consecuencias en la vida de ese verdadero creyente. Y por descontado, de ninguna manera, ni siquiera como insinuación, un genuino creyente vive como le venga en gana, metiéndose en todo tipo de pecado, y escudándose en que ya es salvo y la salvación no la puede perder. Vea lo que dice Mateo 7:15-23, hablando de los que, de labios para fuera, dicen que son creyentes, pero en el fondo no lo son porque nunca jamás recibieron al Señor Jesucristo como su personal Salvador. El texto dice: Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
El genuino creyente no vive como le da la gana, vive dando buen fruto, vive para agradar a aquel que murió por él. Puede ser que a veces, se equivoque, peque y se vuelva apático en su relación con el Señor, pero no seguirá por siempre en ese estado sino que se arrepentirá de su pecado y se reconciliará con el Señor. Disfrutar de la seguridad de la salvación no implica tener licencia para pecar. Si de pronto alguien dijera: "como yo ya soy salvo y la salvación no se pierde, pues voy a cometer todos los pecados habidos y por haber", lo único que estaría demostrando es que jamás ha nacido de nuevo, y por tanto es un falso creyente. Una persona así, no es que haya perdido su salvación, sino que nunca ha llegado a ser salva.
Finalmente, la comunión de un verdadero creyente jamás deja de existir completamente. El pecado afecta esa comunión, pero no al extremo de hacerla desaparecer, de manera que no se puede hablar de que un verdadero creyente ha dejado de tener comunión con Dios. No olvidemos además, que antes de la segunda venida física y personal del Señor Jesucristo, ocurrirá el arrebatamiento de la iglesia, el cual es un evento privado entre el Señor Jesucristo y los que somos de Él. El encuentro será en el aire y, a partir de ese momento, los creyentes estaremos con el Señor para siempre.
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